25.7.07

Amighetti para niños (primera parte)

Este año don Francisco Amighetti estaría cumpliendo cien años. El ha sido quizás uno de los artistas más importantes que ha tenido nuestro país. Conocidísimo es su trabajo como grabador, pero muy importante también fue su labor literaria. En las páginas del Repertorio Americano es posible encontrar varios textos suyos, pero también hermosos grabados como los que hoy les presento. Estos fueron realizados para una antología de poesía infantil realizada por Fernando Luján y publicada en 1941. Obra que fue reseñada en el Repertorio al parecer por el mismo señor Luján (Rep. Ame. Tomo XXXVIII, Nº12, 19 de julio de 1941)
Don Joaquín se interesaba mucho en la literatura para niños e incluso tuvo dos iniciativas editoriales para ese tipo de literatura, una llamada "El Convivio de los Niños" (1921-1923) y la otra "La Edad de Oro" (1925-1297). Con respecto a esta última él escribió: "Salieron seis cuadernos; murió por falta de apoyo en maestros, profesores y padres de familia". No es de extrañar pues que a la primera ocasión don Joaquín publicara en el Repertorio textos relacionados con la literatura infantil como en el caso que abordamos.
Hay poco más dos páginas dedicadas a esta reseña que viene acompañada de once poemas infantiles y diez grabados alusivos. Ahora les presento los primeros dos y en los próximos días presentaré el resto (basta hacer clic en la imagen para agrandarla)

Para ver la segunda parte pulse aquí.

18.7.07

Del Repertorio Americano

Don Joaquín dedicó más de la mitad de su vida a la titánica labor que representaba la edición del Repertorio Americano. Esta revista tomó prestado el nombre de una publicación que Andrés Bello editó en Londres entre 1826 y 1827 en compañía de Juan García del Río. Pero a diferencia de ellos, Don Joaquín trabajó en solitario. Era él quien recibía, leía y escogía las colaboraciones, era él quien buscaba patrocinadores, era él quien armaba cada número, era él quien lo llevaba a la imprenta, era él quien luego recogía las copias y las distribuía. Y así lo hizo durante cuarenta años (siempre fiel al diseño y a la tipografía que escogió desde el principio). Por ello es posible considerar que el Repertorio Américano fue su principal obra.

Dificilmente podría yo entonces no hacer referencia a esa revista en este blog, pero en el entendido de que tal referencia debería ir acompañada de una acción de rescate de textos valiosos que de otro modo quedarían encerrados en las páginas del Repertorio, lejos del alcance de los lectores. Esto es así porque existen muy pocas colecciones completas y las pocas que están en bibliotecas públicas no son fácilmente consultables por la inmensa mayoría de los interesados.

Como igualmente me sería muy difícil recoger la integralidad de un texto (tal como excepcionalmente lo hice en los dos post anteriores por tratarse de un artículo de mi padre), a partir de ahora iniciaré una nueva modalidad de post que tendrá por función dar a conocer citas o extractos de artículos que en su momento fueron publicados en las páginas del Repertorio. No escondo que se tratará de una selección muy subjetiva, únicamente dictada por mis propios gustos e intereses.

Para comenzar trascribo hoy una cortísima pero sustanciosa reflexión que a propósito de la fotografía hace Francisco Amighetti en un texto sobre el artista Leo Matiz (Rep. Ame. Tomo XXXVIII, Nº1, 1941). Puesto que yo practico el arte fotográfico a nivel amateur (algo de mi trabajo puede ser visto en mi blog Tinta y Luz), naturalmente lo escrito por Amighetti me llamó poderosamente la atención. Dice así:

"Es posible ser un artista con la máquina (fotográfica), cuando se sabe huir del realismo y penetrar en la realidad".

8.7.07

La locura campesina (segunda parte)

A continuación presento la segunda parte de un texto escrito por mi padre, el Dr. Eugenio García Carrillo y publicado en el año 1941 en el "Repertorio Americano", la revista que mi abuelo editó durante cuarenta años seguidos. Supongo que para él editar un artículo escrito por su hijo único representaba algo muy especial. La primera parte está inmediatamente después o se puede pulsar aquí para tener acceso inmediato.

En los hospicios europeos se encuentran con frecuencia enfermos cuyo delirio los hace decir que son Napoleón o algún personaje de la antigua realeza. Entre nosotros, faltos de tal tradición, a lo que más se llega, es a compararse con figuras de la actualidad internacional, como aquel que creía ser ¡Benito Mussolini! O figurarse víctimas de la Gestapo. En la mayor parte de los casos, se recurre a la tradición católica en la que se educa al pueblo. Así la invocación de diversos santos es corriente. Un enfermo puede decir que es el “Rey del Mundo y que nació en el Paraíso”; otro, que él es la “reencarnación de Jesucristo”. Comúnmente se denomina este trastorno como delirio de grandeza. Lo hay también de persecución, a veces muy sutil y rodeado de aparente verdad en los hechos incriminados. Más curioso es cuando un enfermo se cree poseído por sus perseguidores. Uno de ellos, decía así refiriéndose a sus enemigos: “Los tengo aquí en el estómago y me piden de comer; yo no les doy y me molestan mucho insultándome y amenazándome con un arma blanca. Me van a matar”. Etc., etc. Se llega en este caso al recuerdo del mito antiguo del buitre que devoraba las entrañas.

Como decíamos, en muchos casos predomina más bien una tendencia a evitar el contacto con el mundo externo. El enfermo ha sido “idiático” y se “siente suspendido” por “las cosas que piensa”. Se vuelve “como idiotizado”; aparece “dundo” o “dundao” de la cabeza. No será entonces raro que padezca de ataques de “llanto y tristeza”, o que se queje de “un miedo como un recelo” o de un “apocamiento”; tal vez de un “murimiento” general, es decir, siente que se muere. Otros dicen “sentir un desatino” en el cuerpo que los impulsa a acciones sin fin lógico, posiblemente en ciertos casos activados por sus alucinaciones visuales (ver “bultos”, cruces, culebras, etc.) o auditivas (oír “voces” o ruidos de “chicharras”, etc.), o cenestésicas (corrientes de “electricidad” en el cuerpo). Un enfermo decía que tales ruidos lo “amuinaban” y le “nublaban la cabeza”, pero es raro que lleguen a “asuicidarse”. En otros casos el impulso patológico los desvía hacia un estudio afanoso y generalmente estéril, a lecturas ininterrumpidas o a la masturbación repetida, hechos que hacen creer popularmente que “el mucho estudio” o los abusos genésicos conducen a la locura. Naturalmente con el cambio de personalidad, algunos pacientes tienen reacciones sumamente violentas que pueden llegar al crimen. A un enfermo “cuando le daban altezas”, sentía que se le “cuajaba la sangre por dentro en pelotas”; otros que “algo sube por dentro para ahogarlos”.

El origen de estos trastornos mentales se piensa que radica esencialmente en un factor constitucional y hereditario. Las familias en que se asocia la demencia, la epilepsia, el alcoholismo crónico y las taras psicopáticas, son mucho más frecuentes que aquellas en que aparece casualmente aislado, un caso del mismo trastorno o aún un caso de sífilis del sistema nervioso con trastornos psíquicos. La vida en nuestros pueblos con todas sus limitaciones, trae consigo los matrimonios consanguíneos, los hijos ilegítimos. Muchas veces la falta de eugenesia resulta en productos con alteraciones lamentables en las esferas cerebrales y mentales. Entre las otras razas que conviven con los nativos, los chinos se caracterizan por el poco número de trastornados que dan al Asilo; en cambio los negros con frecuencia degeneran en dementes. De uno de ellos homicida y mentalmente muy incoherente (W...), es el siguiente poema (?) que el mismo llamó Puro. Dice así:

Voy para nunca vivir
Mariposa de su vida mía.

Tengo una canción para decir
Me busca te adoro gentil.

Voy hasta donde nunca venir
Soy de las aves suyas.

Tengo una canción para decir
Voy para nunca venir.

Me busca te adoro gentil
Las golondrinas trinan.

7.7.07

La locura campesina (primera parte)

En el anterior post -y ya antiguo también- , hablé de un ameno texto de mi padre que encontré por casualidad revisando las páginas del Repertorio Americano (tomo 43, Nº 15, 30 de agosto de 1941). Mi padre solía de tiempo en tiempo publicar algún articulito en la revista de Don Joaquín y yo pretendo aquí salvar ocasionalmente del olvido algunos de sus viejos escritos. Lo hago en parte por nostalgia y homenaje hacia él y en parte porque son textos que tienen un auténtico valor desde diferentes puntos de vista. Comienzo por el que encontré por azar llamado "La locura campesina". Debido a su extensión lo dividiré en dos partes. Va, pues, la primera.

La locura campesina
Por el Dr. Eugenio García Carrillo

En estas mismas columnas, hace algún tiempo (Rep. Amer. XXXVI: 45,12 de noviembre 1938), presentamos un cuadro del campesino, pobre y enfermo, que llega a las puertas de nuestros hospitales en busca de alivio. Tal página llamó la atención, quizás por ser posiblemente la primera vez en las letras costarricenses, que un médico se extendía sobre las expresiones folklóricas en la enfermedad. También emocionó, y la dedicada maestra guanacasteca, Señora María L. de Noguera, nos dio una escena teatral para representar en escuelas y que llamó “Las recetas” (Rep. Amer. XXXVII: 357, 5 de octubre 1940). Recogía en ella ciertas expresiones del decir popular de su provincia. Sírvanos esta introducción de pretexto para reincidir.

En Nuestro Pueblo ante la Enfermedad (*) decíamos que en el Hospital las manifestaciones nerviosas de la enfermedad no eran muy frecuentes, y con razón, pues hay en Costa Rica una institución especializada en el asilo y tratamiento de los trastornados; es el Hospital Nacional de Insanos, corrientemente conocido como Asilo Chapuí, hoy bajo la dirección de reputado doctor R. Chacón Paut, secundado por jóvenes psiquiatras de valer. A él y a ellos nuestro eterno agradecimiento por habernos abierto el acceso a la documentación sobre el campesino loco. En “La casa de las Palmeras”, como popularmente se llama nuestro Asilo aludiendo las majestuosas plantas que adornan la entrada, numerosos enfermos de la mente se aíslan temporalmente del mundo y recobran con frecuencia la lucidez; otros caen progresivamente en la desintegración mental y física que los conduce al reposo definitivo.

También recoge el Asilo transitoriamente, jóvenes delincuentes dados a fumar marihuana o al alcoholismo crónico, los vicios más baratos. Rara vez se transforma el Asilo en lugar de reclusión perpetua de algún criminal demente. No en todos los casos es posible recoger expresiones fácilmente comprensibles de boca del paciente; en efecto, muchos pasan el tiempo casi en completo mutismo, sumergidos en su mundo interior o atentos a trágicas alucinaciones. Otros quizás sólo vegetan, no habiéndose desarrollado su mente al contacto de la enseñanza, pues fueron “rudos” en las aulas escolares que pronto abandonaron para vivir del “jornal”.

No se observa en general, como a la entrada del Hospital, que los pacientes traigan recomendaciones de algún personaje local, pero cierto Jefe Político, enviaba una mujer porque padecía de “furor uterino” y se hacía insoportable en el pueblo. Algún viejo senil lo trae la policía acusado de exhibiciones deshonestas en la vía pública. Un padre puede introducir así a su hijo: “Lo traigo porque las babosadas que dice son burradas”. Algunos entran sumamente excitados, con “esposas” o “mecates” sujetándoles los brazos. Es muy raro que aquel que se “hace loco” únicamente con el fin de conseguir techo y comida.

Un enfermo decía así: “Yo lo que cobro es la sangre porque la sangre vale oro y hay enfermedades intérnicas porque están entre carne y hueso y otras iprovénicas que están en las orejas. El Presidente es como un chiquito embarrado de ayote”. Etc., etc. Con semejantes discursos cualquiera hace un diagnóstico de “chifladura”. El pueblo dice “estar ido del sentido” o “distraído del pensamiento”; también “tener los nervios regaos en la sangre”. Otros pacientes “ateperetadamente” encajan una sentencia sobre otra sin mayor lógica en el conjunto de la frase o introduciendo curiosos neologismos en el lenguaje como “iprovénicas” o “intérnicas”, a veces guiados por lo que en apariencia es un sentido puramente eufónico (El simbolismo de la frase anterior se vislumbra considerando la separación relativa entre las afecciones médicas “internas” y las mentales, es decir, “entre las orejas” o “iprovénicas”, ¿porqué no?).

Sin embargo, no todos los dementes aceptan la locura. Uno de ellos se expresaba así: “El que haya dicho que yo soy loco será un grandísimo loquero, vividor de las hechicerías que existen en la humanidad”. Cuando dicen estar “débil del celebro” o “atarantado de la cabeza”, generalmente lo justifican no ya por el “frío o pasmo” de otras enfermedades, si no por influencias exteriores atribuidas a “maleficios” o “friegas de las brujas”. Los más modernos sienten que los “maneja un magneto”, o tienen “un radio en la cabeza”.

La influencia de poderes misteriosos y ocultos se acepta universalmente. El “pisuicas”, y “las ánimas en pena” se reparten con las brujas los atributos de “hechicería”. El mecanismo mismo de tal influencia son se logra conocer; sin embargo se a atribuye “a polvos” o “cochinadas” introducidas en la comida, la puerta de entrada del mal. “No estoy loca”, decía una enferma, “pero a fuerza de venenos lo lograrán, y no como porque le echan vidrio molido (a la comida)”. Es muy conocida en nuestro pueblo y aún en las clases educadas, la cantárida. Los preparados farmacológicos obtenidos de este insecto producen sin embargo efectos tan tóxicos, y aún la muerte, que es dudoso que se utilicen realmente para influir sobre el erotismo o la fidelidad (?) de las presuntas víctimas.

Pulse aquí para la segunda parte

* Alude al texto escrito por mi padre en 1938 y que menciona en el primer párrafo.