23.11.08

La Orden Rubén Darío

Resulta algo irónico que en 1958, 47 años después de la respuesta de Darío que vimos en la entrada anterior, don Joaquín recibiera, de parte del gobierno nicaragüense (¡el de Luis Somoza!), la Orden que lleva precisamente el nombre del gran poeta.

La foto que presentamos es de nuestra autoría y ésta es la primera vez que se publica en Internet.

22.11.08

La suspicacia del bardo

En el año 1911, cuando don Joaquín aún no era conocido como el célebre editor que años más tarde llegó a ser (el Repertorio Americano nació en 1919), le pidió al gran poeta Rubén Darío autorización para publicar, posiblemente en las Ediciones Sarmiento (que vieron la luz precisamente en 1911), algunos cuentos y versos.

Desde París, Darío le respondió con una negativa. La razón la explica así: "en virtud de no haber en los países de América tratados ni leyes especiales que garanticen de un modo efectivo la propiedad literaria, se hace, a menudo, desautorizadamente, esa clase de publicaciones".

Sorprende bastante esta respuesta de Darío, ya que precisamente don Joaquín le está pidiendo autorización para hacer una publicación. Por eso sostenemos la hipótesis -algo irreverente y osada- que tal argumento fue simplemente un pretexto "de cortesía" para negar su autorización a un desconocido, que tal vez -suponía él- hacía publicaciones que no estaban a la altura de lo que acostumbraba el poeta. Nótese que para entonces Darío era el director literario de "Mundial Magazine" editado en la ciudad luz. Esta revista mensual circuló sin interrupción entre 1911 y 1914 y al parecer, quien más publicó en ella, fue el propio Darío. Un estudio de parte de esa obra aparece aquí.

El bardo nicaragüense murió en 1916. En vista de la enorme cantidad de textos suyos que aparecieron años más tarde en el Repertorio, suponemos que don Joaquín no volvió a preocuparse de pedir autorizaciones, o si las pidió, le fueron acordadas por quienes tenían los derechos, pero de ello, hasta donde sabemos, no queda constancia. Pero es aún más importante recordar que entre 1919 y 1920, finalmente apareció en las referidas Ediciones Sarmiento una colección de escritos de Darío publicados en la prensa costarricense, compilada por Teodoro Picado. Esta colección fue reunida en dos tomos y se tituló "Rubén Darío en Costa Rica, 1891-1892". ¿Serían estos los mismos textos que don Joaquín quería publicar en 1911? (pero no en dos tomos sino en "un epítome", según se desprende de la propia carta de Darío).

Como curiosidad se puede señalar el hecho de que el nombre real de Darío era Félix Rubén García Sarmiento, es decir, sus apellidos presagiaban una combinación del nombre de la colección donde se recopilaron sus escritos del período costarricense y el propio apellido del editor.

(Nota: Recordamos una vez más lo que siempre decimos: Para ver en detalle la mayoría de las imágenes, y en particular esta respuesta de Darío, hacer click en ella y agrandarla con el zoom.)

18.11.08

Dos nuevos enlaces

En el Boletín Presencia Universitaria de la Universidad de Costa Rica me encontré una corta reseña escrita por Patricia Blanco, de una conferencia brindada por el Dr. Arnoldo Mora en torno al legado de don Joaquín a 50 años de su muerte.

Don Fernando Faith escribió un artículo sobre don Joaquín que salió en La Nación hace unos días. Se trata de un texto que retoma bastante de las ideas expresadas por su autor en la presentación de la edición de su periódico conmemorativo: El Mentor Costarricense.

17.11.08

Se enciende la polémica

En días pasados hicimos mención a un artículo sobre don Joaquín que prometía generar polémica (no lo dijimos exactamente así, pero era lo que queríamos decir). Ayer Áncora publicó una respuesta de don Fernando Herrera. Este artículo viene acompañado de la foto que mencionamos en la entrada anterior.

La aeromoza excluida o fin del misterio


Hace dos años (¡cómo pasa el tiempo!), algunas entradas de este blog las dediqué a una pequeña investigación sobre la fecha de llegada de Pablo Neruda a nuestro país. En esa ocasión publiqué las fotos que tengo de don Joaquín con el poeta. Esa circunstancia dio pie para que más tarde dichas fotos fueran expuestas en el Museo García Monge y en la embajada de Chile. El último rebote de esa seguidilla se dio ayer cuando el periódico La Nación presentó, en el suplemento Áncora, una de las fotos... precisamente aquella que incluye a Delia del Carril y que fue publicada por primera vez, hasta donde sé, en 1974, en el tomo de Obras Escogidas de García Monge que preparó mi padre.

Lo que yo no había dicho aquí con respecto a esa foto en particular, es que hace unas pocas semanas -justamente en los días en que se inauguraba la exposición de fotografía en el Museo García Monge- encontré un duplicado (el que ven arriba) mientras revisaba una carpeta. Es interesante señalar que aquel incluye un cuarto personaje (o quinto si se cuenta el señor que aparece atrás) que desapareció de la otra versión por causas desconocidas: se trata tal vez de una aeromoza de la que desgraciadamente no sabemos el nombre. Suponemos que es aeromoza porque parece llevar el distintivo de una aerolínea en la chaqueta. Pero más interesante aún es el hecho de que al dorso de la foto constaba una fecha muy precisa que viene a dar una respuesta certera a la pregunta sobre la fecha del viaje de Neruda: 31 de agosto de 1943. Es decir, realmente yo estuve muy cerca cuando avancé que la fecha probable sería entre el primero y el 3 de setiembre de ese mismo año. La aparición del duplicado me permitió comunicar a los responsables de la exposición la fecha correcta, y por ese camino llegó ayer hasta las páginas de Áncora.

Si damos crédito a la referida fecha, entonces también hay que señalar una pequeña imprecisión en la relación de viajes de Neruda que aparece en su famosa autobiografía (Confieso que he vivido), porque el viaje por los "países de la costa del pacífico" que menciona, se inició al menos un día antes del ahí consignado.

Lo que no se pudo presentar ni en la exposición ni en el periódico fue la foto completa. Lo hacemos ahora para saldar de paso la injusticia histórica que se le hizo a aquella mujer no identificada al excluirla de la hoy mediática foto.

Imposible pasar por alto el enorme rótulo del Club Rotario que daba la bienvenida en el antiguo Aeropuerto de la Sabana, lo cuál es un poco raro. ¿Sería más bien ese rótulo el que alguien quizo excluir por alguna razón?

16.11.08

Ágape para un Maestro

Don Joaquín cena con destacados intelectuales costarricenses que festejan sus 75 años. En la foto vemos en primera fila a: Alfonso Ulloa, Carlos Duverrán, Don Joaquín, Gonzalo Dobles, José Basileo Acuña y Julián Marchena. En segunda fila a: Teodoro Martén, Carlos Luis Fallas, Arturo Echeverría Loría y Manuel Segura Méndez. En tercera fila a: Jorge Gallardo, Salvador Jiménez Canossa, Fabián Dobles, Manuel Picado y Carlos Luis Sáenz.

Llama la atención lo varonil del encuentro. No hay una sola mujer. Nótese el tapiz en el fondo, que representa una vista desde La Plaza San Marcos en Venecia. Impresiona también la elegancia de los trajes. A don Alfonso Ulloa lo vemos con un cigarrillo en la mano.

Si bien mi padre había indicado en una nota explicativa que esta imagen corresponde al festejo de los 75 años de don Joaquín (un 20 de enero), yo creo que puede haber un error material en la consignación de esa fecha, porque la firma de quien yo supongo fue el fotógrafo (Molina Alemán) viene acompañada de un año en que don Joaquín más bien estaría cumpliendo 77 años: 1958. Es decir, esta foto podría corresponder a su último cumpleaños. También podría interpretarse que sea únicamente la copia de la foto la que corresponde a ese año. No lo sabemos con certeza. Según la misma nota explicativa dejada por mi padre, ésta foto fue reproducida en la Revista Posdata Nº 69, del 8 de mayo de 1976.

Aprovecho la foto para aventurarme a hacer una digresión con la cual tal vez algunos no estén de acuerdo. Pero bueno, la lanzo así, con trazo grueso, para ver qué piensan… que para la libre discusión también están los blogs y particularmente éste.

Para mí la imagen presentada testimonia de una escena posiblemente usual en otras épocas, pero que en nuestros días es casi inimaginable: Un ágape para un Maestro. Vivimos una época de profundo descreimiento, de artero cinismo, una edad de oro para los ególatras. Hoy casi nadie se reconoce en una figura tutelar, en un mentor. Hemos oído decir a algunos por ahí, con el pecho inflado de orgullo, que no necesitan el consejo de ningún maestro o gurú (esas solas palabras ya suenan sospechosas); que no confían en ninguna escuela o estilo; que no se sienten parte de ningún linaje. Para muchos sería casi una vergüenza reconocer algo así y otros posiblemente dudarían en confesar, por temor a cierto comadreo, que han participado en una celebración como la que vemos en la foto. La frase “Yo soy mi propio maestro” se ha vuelto un leitmotiv cuasi publicitario. Nadie quiere oír consejo y mucho menos darlo, o si lo recibe o lo da, lo hace con mil precauciones. Una idea de la libertad muy singular se nos ha metido en las venas y creemos que la única experiencia valedera es la propia.

Tal vez esto ha ocurrido por efecto de un mundo donde todo se ha vuelto puro relativismo. Donde todas las certezas han caído una tras otra. Un mundo rudo. Un mundo violentamente alérgico a todo lo que, aún lejanamente, suene a academia, a pedagogía, a paternalismo, a tradición. Un mundo que olvidó ya la gracia modesta y cálida de los verdaderos maestros; el sabio consejo de los que forjaron su espíritu pacientemente, con incansable trabajo y que desinteresadamente lo pusieron al servicio de una causa común, de un noble ideal. ¿Cómo llegamos ahí? ¿Por qué caminos? ¿Cómo se agotó el incalculable crédito de aquellos mayores que verdaderamente merecían una inteligente devoción? ¿Cómo se fueron extinguiendo, sin legítima sucesión, esa raza de personalidades que causaban tanta admiración? No es que no las haya hoy día, pero todo parece indicar que no tardarán en desaparecer definitivamente. ¿Será éste el efecto de una cultura hiper-mediatizada pero por eso mismo paradójicamente deshumanizada y deshumanizante? ¿De una cultura bulliciosa que acalla la voz reposada de la verdadera sabiduría?

A pesar de este vuelco tan conveniente al egotismo contemporáneo, vivimos un mundo que no se puede decir que sea mejor que el suplantado… en todo caso, yo no lo puedo decir, lo cuál tampoco implica que piense aquello de que necesariamente todo pasado fue mejor. ¿Qué hemos ganamos y que hemos perdido, verdaderamente, con éste trueque?

Creo firmemente que don Joaquín fue un verdadero Maestro, un Maestro que supo dar su consejo unificando en su voz muchas voces, pero que también supo guardar silencio para dar a conocer mejor las ideas ajenas y estimular el debate. Hablando del profundo significado de su obra para la cultura continental, el escritor argentino Francisco Romero escribió en Cuadernos Americanos (otra gran revista cultural como lo fue Repertorio Americano): “Los sucesos de gran trascendencia no alcanzan su reconocimiento cuando se limitan a ser convicciones individuales dispersas, aunque por ventura fueran convicción privada de todos, tomados uno a uno. Es necesario que cada uno posea su propia convicción y conozca las de los demás, para que la verdad común obtenga la fuerza de un consenso y las opiniones singulares se robustezcan y corroboren las unas con las otras. Sólo así brota la sanción justiciera y general que pone las cosas en su sitio y permite el destaque y aprovechamiento del esfuerzo eminente” (en “Homenaje Continental a García Monge”, Cuadernos Americanos, Vol.LXVII, enero-febrero, 1953).

A través de su Repertorio don Joaquín fue catalizador para que brotara esa sanción, fue sobre todo él quien rindió ese “esfuerzo eminente”. De ahí su importancia y de ahí también que se le considere Maestro de Maestros. Sin embargo, mucho tememos que ésta sea una fórmula caduca, porque ya los verdaderos Maestros no sabemos dónde se esconden… ¿En la tumba acaso? Nos queda, al menos, el consuelo de encontrar su palabra en los libros, que todavía gozan de buena salud.

12.11.08

Juntos una vez

He aquí, a simple vista, una banal foto de grupo. Pero observada más en detalle vemos ésto:


¡Don Joaquín y Yolanda Oreamuno, codo a codo, inmortalizados por una única vez en la vida! No tengo conocimiento de otra foto donde aparezcan juntos y mucho menos tan cerca el uno del otro. Esto ocurrió el 29 de octubre de 1943 en la legación del Ecuador, durante una recepción ofrecida al historiador ecuatoriano Abel Romero Castillo (quien aparece a la derecha de don Joaquín) .

A la izquierda de Yolanda está su segundo marido: el redactor del Código de Trabajo que fue promulgado en agosto de aquel mismo año por el gobierno de Calderón Guardia... Oscar Barahona Streber (1916-2004), gran personaje de quien se divorciaría menos de dos años después. ¿Estará la impronta de Yolanda de algún modo presente en el código a través de algún consejo o idea referentes a su fondo o a su forma?

De los demás asistentes no sabemos nada, pero sí el nombre del fotógrafo porque aparece en un sello al dorso de la foto: Néstor Castillo. Nótese que bajo la silla del extremo izquierdo también posa un perrito y por ello, hasta donde sé, ésta es la única foto que de algún modo reune a don Joaquín con algún animalito o mascota, lo que de ningún modo quiere decir que él les tuviera aversión. Más bien creo que los consideraba mucho ya que era un enamorado de las labores del campo y de la naturaleza en general. Pero otro día hablaré de ello.

¿Qué estará mirando don Joaquín (siempre tan observador) y qué le hará tanta gracia a Yolanda? Es la foto más espontánea que conozco de ella. En ninguna otra de las que he visto se muestra tan sonriente. En don Joaquín hay una sonrisa un poco más pronunciada que lo usual. Lo más común es ver fotos donde él aparece con una sonrisa muy sutil al estilo de la Mona Lisa, cuando no francamente serio. Lo más probable es que no quede traza fotográfica de cómo eran los dientes de mi abuelo porque todo indica que nunca los llegó a mostrar delante de una cámara, lo que dice mucho de su talante.

10.11.08

Para un rincón del cariño


El segundo descubrimiento al que hacíamos referencia en nuestra anterior entrada, lo tienen delante de sus ojos aquí arriba. Es un rarísimo retrato de Yolanda Oreamuno que tuve que restaurar digitalmente porque no se encontraba en tan buen estado como el anterior (que no tiene ningún retoque). Esta vez el original presentaba rasguños en la parte superior y antiguas manchas de huellas digitales en su contorno, defectos que hicimos desaparecer.

Esta foto tiene una particularidad muy llamativa y es su fuerte color naranja en las altas luces, el cual contrasta en las bajas con una especie de negro tornasolado que recuerda el efecto de una solarización. Al hacer la digitalización le dimos mayor contraste a los negros porque de otro modo la foto aparecía muy plana, por lo que el efecto tornasolado no es muy perceptible en la imagen que presentamos. He estado investigando sobre el procedimiento histórico de virado al naranja, pero no he encontrado ningún ejemplo tan contundente como el visible en este retrato. Puede ser que se trate de un tipo de sepia muy fuerte. También puede ser que con los años la foto haya sufrido algún tipo de alteración química con el resultado que vemos. Sea lo que sea, eso particulariza éste retrato, que por lo demás es bastante grande (19X24 cm).

En la dedicatoria es perceptible la pluma poética de Yolanda: "Don Joaco... Este retrato oscuro, de penumbra para un rincón de su cariño". A diferencia de la dedicatoria anterior ésta no lleva fecha. Sin embargo, se nota un cambio de tono. Ésta aparece menos formal, más íntima, lo que nos indica que los años han pasado y que la relación entre ambos literatos se ha profundizado... ya ella espera un lugar en un rincón del cariño de don Joaquín.

Para mi gusto, éste es el retrato fotográfico más hermoso de cuantos conozco de Yolanda Oreamuno. Rodeada de esa penumbra y delineada por tan cálidos contornos, ella aparece como un personaje muy misterioso, frágil y reflexivo, incluso se podría decir que maternal, lo que la emparenta con ciertos personajes que vemos en cuadros de La Tour. Algo que va a contrapelo de esa aura de vampiresa o tigresa con que a menudo se la percibe. Lástima que no aparezca por ningún lado el nombre del fotógrafo(a) que la vio así.

Actualización al 12 de noviembre
: Guiado por el índice del Repertorio Americano que preparó Evelio Echeverría, repasé los números que contenían retratos de Yolanda Oreamuno y no encontré ninguno de los que he presentado aquí. En realidad solo hay uno que se repite en un par de artículos y se trata de un retrato frontal parecido al de mi entrada anterior, pero sin ese plus que confiere la dedicatoria y por ello más ordinario.

También revisé el libro de Victoria Urbano sobre Yolanda, pero no viene ninguna foto (al menos en la édición que tengo, que es la primera de 1968). El de Rima de Vallbona no lo he podido consultar porque por extraño encantamiento desapareció de mi biblioteca (en todo caso yo juraba que hubo un ejemplar en algún momento). Lastimosamente tampoco tengo los de otros autores que también han estudiado a Yolanda Oreamuno. Así que todavía no puedo afirmar que estos retratos sean completamente inéditos.

(Por cierto, el material que hay sobre Victoria Urbano en la Universidad de Texas es impresionante)

8.11.08

Yolanda Oreamuno... ¡Qué mujer!


Yo creía conocer bastante bien el material del archivo García Monge que organizó mi padre. No es que lo hubiera leído todo ni mucho menos... hay tantísima cosa... pero creía saber con bastante certeza de qué piezas se compone. Sobre todo había repasado muchas veces las fotos existentes. Sin embargo, ayer hice un descubrimiento sorprendente. Dentro de una carpeta donde yo creía que había solamente algunos recortes de periódico sobre Yolanda Oreamuno coleccionados por mi padre, me encontré, cuidadosamente guardada en una bolsita plástica, la foto que ven arriba y otra cosita que mostraré otro día. Puedo decirles que fue un instante mágico, una epifanía de Yolanda. Para mí fue como haber encontrado el retrato, en perfecto estado, de una misteriosa princesa del tiempo de los faraones. Al instante me sentí fulminado por la belleza absolutamente impactante de esta mujer. Podría incluso afirmar que caí en una especie de vértigo y experimenté algo parecido al enamoramiento a través de este retrato hechicero. Si como lo creen ciertas tribus indígenas, el retrato fotográfico se roba el alma de las personas, ésta era la demostración. El espíritu rebelde y formidable de Yolanda palpitaba en esos ojos abstraídos que volvían a ver la luz desde hace quien sabe cuántos años... décadas tal vez.

No sé si mi padre le habrá mostrado este retrato a alguien. Supongo que sí. Probablemente le haya enviado una copia a Rima de Vallbona y a Victoria Urbano, dos mujeres que le dedicaron sendos libros a Yolanda Oreamuno y con quienes él mantuvo en algún momento correspondencia. Lamentablemente no tengo ahorita estos libros a mano para revisar si se encuentra en ellos una reproducción de esta foto. Tampoco tengo conmigo el Repertorio Americano, para ver si fue publicado por mi abuelo. En todo caso, sea inédito o no, lo pongo acá porque creo que también merece compartirse por Internet. Luego verificaré en las publicaciones referidas si aparece el retrato.

En la dedicatoria se leen las siguientes palabras escritas en tinta azul: "Para don Joaquín con respetuoso y agradecido afecto". La firma es algo ilegible, pero es la de Yolanda Oreamuno. La he cotejado con la que aparece en la dedicatoria de un ejemplar de "La ruta de su evasión" que había mostrado antes en este blog y se parece bastante. La fecha de la dedicatoria en la foto sí es clara: 16 de febrero de 1940. Yolanda tenía entonces casi 24 años (los cumpliría el 8 de abril).

En la parte inferior aparece otra firma en tinta negra, supongo que es la firma del fotógrafo (a). Lo que alcanzo a descifrar es lo que dice: ¿XX Díaz? ¿Alguien logra leer bien? Por detrás de la foto, escrito en lápiz aparece una fecha anterior a la ya señalada: 1939.

Si se observa con cuidado el retrato, se nota que las pestañas están realzadas mediante un retoque manual finísimo. ¿Será esta aplicación de "rimmel fotográfico" obra del retratista o de la misma Yolanda? Tendemos a pensar que es obra del primero, porque en aquella época se acostumbraba que los fotógrafos retocaran las fotos de ese modo para dar una sensación de mayor acutancia. Hoy se hacen cosas parecidas, pero por medios digitales. Por último hay que señalar que el gramaje del papel donde fue tirada la foto es bastante elevado, es prácticamente un cartón.

4.11.08

Esto dijimos

En estos días que se conmemoró el 50 aniversario de la muerte de Don Joaquín, se me invitó a pronunciar algunas palabras en distintos actos y como yo no soy muy bueno improvisando discursos, pues decidí más bien escribirlos. La ventaja es que si tales discursos se publican, el mensaje puede llegar a más gente. Por eso he decidido reproducirlos en "Derrames de tinta", mi sitio de textos largos.

El primer discurso -bastante breve- fue para al acto de conmemoración del 31 de octubre en el Parque de Desamparados, mientras que el segundo es más extenso y fue leído en el acto conmemorativo organizado por la Escuela García Monge. Se trata de un discurso destinado especialmente a los maestros de aquella institución, aunque también le dedico una parte de mi mensaje a los niños.

Con estos dos discursos y el texto que escribí para "El Mentor Costarricense", dejo cerrada esa especie de trilogía de textos míos dedicada a la conmemoración del 50 aniversario de la muerte de Don Joaquín.

3.11.08

Crónica de las honras fúnebres de Don Joaquín

Mi padre guardó muchos recortes de periódico que daban cuenta de la muerte de Don Joaquín y de sus honras fúnebres. Una de las crónicas más completas apareció en La República del primero de noviembre de 1958. Es la siguiente (para leerla basta hacer clic en las imágenes para agrandarlas):


El texto que acompaña la foto inferior de la segunda plana dice que un familiar de Don Joaquín lleva las condecoraciones, eso es correcto, se trata de mi padre, el Dr. Eugenio García Carrillo.