16.12.08

Don Joaquín en las memorias de don Beto Cañas

En la autobiografía de don Alberto Cañas, "80 años no es nada", el nombre de don Joaquín aparece varias veces. Pero el párrafo que más se refiere a él es el siguiente:

“Mi madre había sido alumna de García Monge y de Brenes Mesén (siempre los llamó así y no por sus nombres de pila), y decidió consultar con don Joaquín –cuando se acercó la edad en que yo debía ir a la escuela- sobre qué hacer con ese niño que ya sabía prácticamente tolo lo que le iban a enseñar en primer grado. Recuerdo con emoción esa primera visita la Biblioteca Nacional, edificio al que me aficioné, y los consejos del maestro: si el niño tenía la fortuna de poder leer, que leyera. ´Dele libros, póngalo a leer a Kipling, a Andersen, a Julio Verne, mándemelo aquí que estoy rodeado de libros. Y cuando llegue la hora de que vaya a la escuela, no intenten (sabio consejo de don Joaquín) que entre directamente a segundo grado, porque no conviene que un niño comparta la vida con los que tienen más edad que él, sino lo contrario. Conversen de previo con la maestra, para que entienda que los reglamentos obligan a que este muchacho pase un año viendo cómo sus compañeros aprenden lo que ya él sabe. La maestra comprenderá` (…) Después de más de setenta años, declaro que no comprendió.” (Pág. 7)

Muchas páginas más adelante, don Beto cuenta algo que me pone a mí a pensar que tal vez hay que ser un poco más justos con don Fernando Volio, el diputado que lideró el movimiento en contra del Benemeritazgo de don Joaquín. Dice don Beto que éste señor había trazado una línea en la Asamblea Legislativa tendiente a crear la Editorial Costa Rica y la ley de Premios Nacionales, línea que él asegura haber continuado cuando fue diputado en la legislatura que empezó en 1962 (Pág. 350). Y digo que tal vez habría que ser más justos con Fernando Volio, porque precisamente uno de los premios nacionales que instituye esa ley, lleva el nombre de García Monge y corresponde al área de periodismo cultural. Así que si Fernando Volio contempló desde el principio el nombre de don Joaquín para dicho premio, eso quiere decir que tal vez con los años cambió de opinión sobre él. Pero puede ser que también esos nombres hayan venido después. Este aspecto no lo sé y requiere más investigación.

Lo anecdótico del caso es que don Beto Cañas, varias décadas después de aquel encuentro de niño con don Joaquín, ganó en 1963 el premio que lleva su nombre, premio que, según lo expresa en su libro, le “enorgullece” (Pág. 330).

Nota: los números de página referidos corresponden a edición que tengo: la primera del 2006.

12.12.08

Doña Hilda Chen Apuy recuerda a don Joaquín

Bajo el título "Tres Maestros: tres amigos", doña Hilda Chen Apuy publicó el 30 de agosto del 2007 un artículo en el Semanario Universidad, donde narra sus recuerdos de don Joaquín. Este artículo fue luego retomado por Tribuna Democrática y recientemente fue incluido en el libro "De la vida, del amor y de la amistad", que recoge los artículos periodísticos de la autora.

Como en este blog también se pretende recopilar semblanzas de don Joaquín, me tomo la libertad de reproducir su artículo. Espero no incomodar a nadie con mi decisión.

Cabe destacar que en un número especial de la Revista Comunicación del Instituto Tecnológico dedicado a don Joaquín -y publicado recientemente- viene una entrevista con doña Hilda, quien abunda en estas memorias.

Tres Maestros: tres amigos

1941. Año crucial para muchos costarricenses y también para mí: La Universidad de Costa Rica abre sus puertas por primera vez y muchos jóvenes ilusionados entran a esa institución. Yo soy una de ellos. Estamos en época de guerra, aunque no parezca afectarnos por el momento.

San José es una ciudad pequeña y tranquila, sin peligro para quienes caminamos por sus calles poco concurridas, sin miedo de los peligros que hoy, más de sesenta años después, agobian a los costarricenses.

1941 fue el año en que conocí a tres intelectuales que generosamente se convirtieron en maestros y amigos: don Joaquín García Monge, don Roberto Brenes Mesén y don Abelardo Bonilla. No recuerdo cómo llegué por primera vez a la oficina de don Joaquín, Director del Repertorio Americano; es como si siempre hubiera estado allí y me ligara a él una vieja amistad de alumna a maestro. Sé que él me invitó a que publicara en el Repertorio mis pequeñas prosas que ya aparecían desde meses antes en la revista Ariel de don Froylán Turcios. Yo acababa de cumplir mis dieciocho años y don Joaquín me recibía siempre con su sonrisa y sus modales sencillos y afables. Me hablaba de las famosas poetisas latinoamericanas del momento: Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni y su amiga salvadoreña Claudia Lars, a quien tuve la dicha de conocer en San Salvador muchos años más tarde. Don Joaquín también me hablaba de Indoamérica y de otros temas propios de un verdadero latinoamericanista. En algún momento don Joaquín me dijo: “Hay que mirar más allá del Pacífico. Algún día China va a despertar”. Pensé que don Joaquín tal vez se refería al hecho de que China estaba en guerra, defendiéndose de la invasión japonesa que había comenzado años atrás. También me regaló un librito de su colección El Convivio, El jardinero de amor, de Rabindranath Tagore; en otra oportunidad, me obsequió una traducción al español del poema original en lengua sánscrita titulado Savitri, que es parte de la obra épica Mahabharata de la India.

Mi relación con don Joaquín duró por varios años, aunque interrumpida durante el tiempo que permanecí como estudiante universitaria en los Estados Unidos, años que correspondieron a la peor etapa de la Segunda Guerra Mundial. Recuerdo con cariño y gratitud a ese viejo maestro que fue amigo y mentor de tantos jóvenes costarricenses.

9.12.08

El comité pro-General Sandino (segunda parte)

Hace unos días, había dicho que al dorso del pliego de paz firmado por Sandino estaba pegada una boleta sin llenar del comité pro-Sandino. Es ésta:


La boleta servía para gestionar donaciones. En el caso que vemos, no fue llenada y por ello se podría pensar que don Joaquín la guardó como una especie de souvenir, o tal vez simplemente quedó olvidada entre sus papeles. Por otra parte, si bien la boleta fue pegada al documento de 1932, originalmente fue pensada para ser usada en 1928, tal como se colige de su propio texto. Sin embargo, en algún momento alguien la separó del pliego, rompiéndolo, pero luego fue pegada de nuevo y gracias a esa oportuna acción hoy podemos apreciarlo en su integridad (no sé si esta restauración mecánica la hizo mi padre, el propio don Joaquín, u otra persona).

En cuanto al tiempo que estuvo activo el comité pro-Sandino, tenemos una pista gracias a un segundo reporte publicado en el Repertorio:


Tal vez la suspensión de actividades a que alude el texto fue definitiva, porque no se volvió a presentar ningún nuevo reporte en el Repertorio, pero esto último no necesariamente implica lo primero. Tampoco conocemos las razones por las que se suspendieron sus actividades. Lo cierto es que el comité logró recaudar una suma de dinero (apreciable para la época) que le fue enviada a Sandino para su lucha. Es interesante destacar que se le reconoció a la señora Lupe Santos de Puntarenas, haber sido la persona que más dinero colectó. Además, para la época de este segundo reporte, “Billo” Zeledón ya no era el presidente del comité, sino Luis Cruz Meza. Por su parte, don Joaquín continuaba a cargo de la tesorería.

Unas semanas más tarde apareció en el Repertorio una carta de agradecimiento por el dinero enviado, firmada por Sandino y dirigida a don Joaquín*. Hasta donde sabemos es la única carta que el héroe de las Segovias le dirigió personalmente.


Lamentablemente el original de esta carta no se conservó entre los papeles del editor, como sí se conservaron el pliego de paz, la boleta y la foto que encabeza la entrada sobre dicho pliego. Por cierto, esa foto no lleva dedicatoria de ningún tipo, ni está fechada. Tampoco fue reproducida en el Repertorio esos años, porque don Joaquín optó más bien por representar a Sandino mediante dibujos. Pero eso será tema de otra entrada.

A mi entender, el comité pro-Sandino, cuyas actuaciones fueron transparentes y dignas, por un lado retomó a su modo el estandarte de Juanito Mora y por otro, fue como la semilla de lo que décadas más tarde constituyó el importante apoyo que brindó nuestro país al movimiento sandinista que sacó a los Somoza del poder. Qué lástima y qué tragedia que en el curso posterior de la historia, cierto sandinismo haya perdido el rumbo. Aún así, la gesta de Sandino me parece digna de ser rememorada una y otra vez, como ejemplo para futuras generaciones. Al respecto recomiendo la lectura del libro “Sandino”, que es una antología de textos del combatiente (cartas, manifiestos, proclamas y entrevistas) reunida por Sergio Ramírez. Este libro contiene además un capítulo introductorio escrito por el recopilador, que contextualiza muy bien el papel de Sandino dentro de la compleja historia nicaragüense.

Dentro de los textos que se presentan en este libro se encuentra el pliego de bases para la paz que presentamos en este blog, pero en una versión posterior fechada el 3 enero de 1933. El texto es prácticamente el mismo, pero no incluye ni la propuesta para que sea el propio Sandino el representante a la conferencia internacional, ni la nota que se puede leer en la versión que llegó a manos de don Joaquín. Lo cual es curioso, porque según esa nota se había obtenido parcialmente satisfacción sobre el primer punto concerniente a la retirada de los marines. Tal vez Sandino quiso ser luego más enérgico y eliminó del texto cualquier frase que pudiera interpretarse como una concesión de su parte, a pesar de que dos días antes de firmar la nueva versión del documento, salió de Nicaragua el último marine.

Sergio Ramírez, refiriéndose negociaciones de paz dice ésto:

“El día primero de enero de 1933, el último contingente de la Marina de Guerra de los Estados Unidos de América se embarcaba en el Puerto de Corinto y dejaba Nicaragua. Seis largos años de solitario heroísmo de un puñado de obreros y campesinos, sufriendo privaciones, viviendo en la inclemencia de la montaña, peleando a brazo partido por su nacionalidad, habían logrado aquella victoria. Y empeñando la palabra sometida, de concluir su lucha apenas el último invasor se fuera, Sandino estuvo de inmediato dispuesto a negociar; su carta anunciando sus puntos de paz, estuvo en manos de sus agentes desde el mes de diciembre de 1932, y fue entregada a Sacasa el mismo día que los marines salieron”.

Si ésto es correcto, entonces hay que suponer que Sandino entendía que el Comité pro-Sandino en Costa Rica formaba parte de sus “agentes”, ya que el pliego que recibió está fechado en noviembre. Según se dice en la carta de Sandino a don Joaquín, la comunicación entre el Comité y él, se dio a través del eminente hondureño Froylán Turcios (escritor, periodista y editor como don Joaquín), quien fue el representante del rebelde en el extranjero. Cabe recordar que parte de la correspondencia entre Turcios y Sandino fue publicada en el Repertorio.

En un futuro espero poder reunir una antología de textos sobre Sandino (y de él también) publicados en el Repertorio.

*Es interesante señalar que ésta carta fue reproducida por Fedro Guillén en el "Tríptico en Honor de García Monge", un homenaje que le hicieron los "Cuadernos Americanos" de Jesús Silva Herzog a don Joaquín con motivo de su muerte.

(para ir a la primera parte pulse aquí)

Jota en El Pregón

Ayer salió en El Pregón un artículo sobre don Joaquín escrito por Carlos Carranza. Creo que la foto que usaron para acompañar el artículo salió de este blog. Lamentablemente, no tomaron en cuenta mi petición para que tales usos fueran acreditados. Por eso me tomé la libertad de dejar ahí un comentario con la dirección de esta página.

Nota: Parece que el link quedó inactivo. En todo caso dejo esta entrada aquí como testimonio de mi insatisfacción por el referido uso no autorizado de una imagen de este blog.

3.12.08

El comité pro-General Sandino (primera parte)

Para complementar lo dicho en la entrada anterior, hay que recordar que en 1928 don Joaquín integró el comité pro-General Sandino. Un reporte aparecido en el Repertorio ese año nos da una clara idea de las funciones, miembros, actuaciones y donantes de dicho comité:



Como se puede leer, la función de don Joaquín dentro del comité era la de tesorero y no la de presidente, tal como erróneamente se afirma en la biografía que le dedicó don Fernando Herrera, Intruso en Casa Propia. Quien en realidad presidió el comité fue José María Zeledón, más conocido como "Billo Zeledón", el autor de la letra de nuestro himno nacional. Seguramente él tuvo muy presente aquello de “cuando alguno pretenda tu gloria manchar, verás a tu pueblo valiente y viril, la tosca herramienta en arma trocar”, pero claro, aplicado a Nicaragua.

Llama la atención la minuciosidad y la gran voluntad de transparencia en la administración de los fondos obtenidos: Las cuentas son claras tanto por la detallada contabilidad como en cuanto a la identidad de los principales donantes. De esto deberían aprender mucho nuestros partidos políticos, tan dados a los ocultamientos de toda índole. También se observa que entre las gentes que respondieron al llamado hay diversidad: intelectuales, artesanos, gente de alcurnia, provincianos anónimos, etc. Como queda claro de la lectura del punto 3 de las resoluciones, al Repertorio Americano le correspondió la tarea de hacer la publicidad del comité entre sus “distinguidos corresponsales”. Esta seguramente fue una contribución personal de su editor (¡y después algunos apresurados pretenden que don Joaquín era incapaz de tomar partido!).

La participación de don Joaquín en el financiamiento de una lucha armada a mí personalmente me reafirma en una convicción: A veces amar obliga a combatir. Es trágico, lo sé, pero es así. Por supuesto que todos los caminos deben ser ensayados antes para no llegar hasta ese extremo tan serio. Pero en el caso de Nicaragua, la intervención de una potencia imperialista no parecía dejar otra opción ni a quienes verdaderamente amaban a su patria ni a quienes defendían una Centroamérica libre. Hubo muchos hechos de sangre y mucho sufrimiento, pero al final Sandino, al firmar la paz que le fue fatal, cumplió parte de su objetivo porque mostró antes cual era el obligado camino de la dignidad. Quizá la historia de ese país hubiera sido muy distinta si no se le hubiera asesinado (y con él a más de trescientos excombatientes que habían entregado sus armas y se habían agrupado en la cooperativa de Wiwilí) y si se hubiera respetado la democracia, sin condicionamientos extranjeros.

1.12.08

Una firma trágica y romántica

Es doblemente irónico que don Joaquín recibiera la Orden Rubén Darío, tanto por lo que explicábamos en las dos entradas anteriores (ésta y ésta), como por el hecho de haber obtenido esa condecoración de parte del gobierno de uno de los Somoza, así sea el menos malo de la dinastía: Luis Somoza. Conociendo las ideas libertarias que don Joaquín defendía, solo nos explicamos esa situación por una de estas dos hipótesis: o ese gobierno quería dar la apariencia de ser un gobierno medianamente civilizado premiando a un campeón de la civilidad; o bien desconocía el ideario de don Joaquín y no sabía que él había dado espacio en el Repertorio a quienes apoyaban la lucha de Sandino.

Desde 1927, el propio año de su insurrección, se comienza a hablar de él en el Repertorio. Muchas colaboraciones surgen, todas favorables al rebelde de Las Segovias. Una sola sirve de contrapunto: Una carta ambigua y leguleya del Dr. Sacasa, bajo cuya presidencia se asesina a Sandino el 21 de febrero de 1934, siendo Anastasio Somoza García jefe de la Guardia Nacional creada por los marines.

Con la muerte del patriota, muchos autores latinoamericanos escriben en el Repertorio recordándolo: Desde Enrique Sorel, Luis Eduardo Nieto Caballero y Jorge Padilla, hasta Juan del Camino (seudónimo de nuestro gran ensayista Octavio Jiménez) y José Vasconcelos. La pluma de este último sirvió de bastión para el homenaje que don Joaquín le hizo a Sandino en el primer año de su muerte, al dedicarle la portada del número 7 del tomo XXX. En realidad ese artículo, que don Joaquín calificó de “memorable lección” ya había sido publicado tiempo antes en el número 20 del tomo XXVIII. (Otro día reproduciré esas páginas aquí porque merecen repasarse).

La simpatía de don Joaquín hacía el combatiente nicaragüense también se ilustra con el siguiente documento (hacer click en él para verlo en detalle):

Como se aprecia, es un pliego mecanografiado y firmado por el propio Sandino el 12 de noviembre de 1932 en su cuartel general de Las Segovias. Al lado de su firma aparece un sello impresionante con la divisa: Patria y Libertad. Si bien el documento no especifica un destinatario particular, el hecho de que estuviera entre los papeles de don Joaquín sugiere que le fue hecho llegar de algún modo y seguramente él consideró que por ser un documento histórico valía la pena conservarlo. En efecto, se trata nada menos que de una propuesta en tres puntos para traer la paz a Nicaragua (vista la larga historia de guerras en el hermano país, es claro que el plan quedó trunco con el asesinato de Sandino). A pesar de su importancia, este documento, hasta donde hemos podido verificar, no fue publicado en el Repertorio. Eso no significa que no fuera promovido de otros modos por don Joaquín, hipótesis que gana fuerza si se tiene en cuenta que, pegado al dorso del pliego, hay una boleta del comité pro-Sandino, aunque sin llenar (en la próxima entrada hablaremos de éste punto).

Sobre el estado de ánimo de Sandino al momento de fijar las bases para el plan de paz tenemos un atisbo gracias a Juan del Camino, quien en su artículo “Se trata de los Oliverottos en Nicaragua” (Rep. Am. Tomo XXVIII, 1934, Nº13), cita y comenta pasajes de “Sandino en Nicaragua”, un libro de Ramón de Belausteguigoitia:

“Estábamos en el campamento –añade el General Portocarrero- discutiendo las bases posibles para la paz, cuando al día siguiente el general Sandino viene hacia mí y me dice: ‘Hoy me he levantado trágico y romántico. Voy a Managua a hacer la paz, y si no la hago, mi vida ha terminado”. Ha llegado para el rebelde después de ‘una noche de insomnio agitada’ su quebrantamiento total. La paz lo obsesiona y se entrega como un desgraciado a la obsesión. Ni las reflexiones ni las súplicas de sus compañeros lo convencen. A todos los hace a un lado y el que no lo sigue está contra él. La paz debe firmarse y la capitulación es la consecuencia”.
La evidente simpatía de don Joaquín por Sandino y todo lo que él representaba nos hace preguntarnos: ¿Por qué habrá aceptado don Joaquín la Orden Rubén Darío de manos del gobierno de un Somoza? ¿Porque su combatividad había menguado? (la recibió en su último año de vida) ¿Porque algún personaje respetado por él la promovió? ¿Porque sencillamente creyó que era sincera y merecida por ser él efectivamente un gran "cultor de la poética dariana"? ¿Porque pensó que podía representar de algún modo una oportunidad de conciliación? No hay que olvidar que en la época en que recibió la Orden, las relaciones entre Costa Rica y Nicaragua estaban tensas a raíz de los hechos del 55. Tal vez don Joaquín pensó que era conveniente aceptar aquella condecoración para no agravar más los problemas (la misma lógica que aplicó unos años antes para no aceptar una postulación al Premio Stalin de la Paz). Todas esas no son más que hipótesis sin respuesta, porque francamente no sabemos qué habrá pasado por la mente de don Joaquín al enterarse que le iba a ser otorgada aquella distinción.