12.12.08

Doña Hilda Chen Apuy recuerda a don Joaquín

Bajo el título "Tres Maestros: tres amigos", doña Hilda Chen Apuy publicó el 30 de agosto del 2007 un artículo en el Semanario Universidad, donde narra sus recuerdos de don Joaquín. Este artículo fue luego retomado por Tribuna Democrática y recientemente fue incluido en el libro "De la vida, del amor y de la amistad", que recoge los artículos periodísticos de la autora.

Como en este blog también se pretende recopilar semblanzas de don Joaquín, me tomo la libertad de reproducir su artículo. Espero no incomodar a nadie con mi decisión.

Cabe destacar que en un número especial de la Revista Comunicación del Instituto Tecnológico dedicado a don Joaquín -y publicado recientemente- viene una entrevista con doña Hilda, quien abunda en estas memorias.

Tres Maestros: tres amigos

1941. Año crucial para muchos costarricenses y también para mí: La Universidad de Costa Rica abre sus puertas por primera vez y muchos jóvenes ilusionados entran a esa institución. Yo soy una de ellos. Estamos en época de guerra, aunque no parezca afectarnos por el momento.

San José es una ciudad pequeña y tranquila, sin peligro para quienes caminamos por sus calles poco concurridas, sin miedo de los peligros que hoy, más de sesenta años después, agobian a los costarricenses.

1941 fue el año en que conocí a tres intelectuales que generosamente se convirtieron en maestros y amigos: don Joaquín García Monge, don Roberto Brenes Mesén y don Abelardo Bonilla. No recuerdo cómo llegué por primera vez a la oficina de don Joaquín, Director del Repertorio Americano; es como si siempre hubiera estado allí y me ligara a él una vieja amistad de alumna a maestro. Sé que él me invitó a que publicara en el Repertorio mis pequeñas prosas que ya aparecían desde meses antes en la revista Ariel de don Froylán Turcios. Yo acababa de cumplir mis dieciocho años y don Joaquín me recibía siempre con su sonrisa y sus modales sencillos y afables. Me hablaba de las famosas poetisas latinoamericanas del momento: Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni y su amiga salvadoreña Claudia Lars, a quien tuve la dicha de conocer en San Salvador muchos años más tarde. Don Joaquín también me hablaba de Indoamérica y de otros temas propios de un verdadero latinoamericanista. En algún momento don Joaquín me dijo: “Hay que mirar más allá del Pacífico. Algún día China va a despertar”. Pensé que don Joaquín tal vez se refería al hecho de que China estaba en guerra, defendiéndose de la invasión japonesa que había comenzado años atrás. También me regaló un librito de su colección El Convivio, El jardinero de amor, de Rabindranath Tagore; en otra oportunidad, me obsequió una traducción al español del poema original en lengua sánscrita titulado Savitri, que es parte de la obra épica Mahabharata de la India.

Mi relación con don Joaquín duró por varios años, aunque interrumpida durante el tiempo que permanecí como estudiante universitaria en los Estados Unidos, años que correspondieron a la peor etapa de la Segunda Guerra Mundial. Recuerdo con cariño y gratitud a ese viejo maestro que fue amigo y mentor de tantos jóvenes costarricenses.

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