8.6.11

La sepultura de don Joaquín

Diversas actividades me han tenido alejado del trabajo en éste blog por varios meses (¡demasiados!), pero hoy vuelvo con el propósito de responder a las afirmaciones de otro blog que pretende que la tumba de don Joaquín García Monge se encuentra en total abandono en el Cementerio de Desamparados. Tal cosa no puede ser más inexacta. Primero, porque la sepultura de don Joaquín se encuentra en el Cementerio General de San José y segundo, porque está bien cuidada. Aquí dejo como testimonio una foto que precisamente tomé hace unos meses con el propósito de subirla tarde o temprano a éste blog. Pensaba entonces que sería para ilustrar una entrada sobre su epitafio y lejos estaba de imaginar que más bien sería para defender el esfuerzo que ha hecho nuestra familia para mantener en digno estado su tumba. Y es que no solo se encuentra ahí don Joaquín, sino también mi abuela y mi padre.

La entrada del referido blog tiene ya varios meses de publicada, pero si reacciono tardiamente es porque precisamente hasta hoy me enteré gracias a un buen amigo que me alertó por medio del Facebook (¡finalmente de algo sirve la red más grande de chismografía que existe!). Quiero creer que la autora del blog tuvo buenas intenciones, pero eso no basta. Es preciso informarse bien antes de lanzar al mundo tan aventuradas afirmaciones.

Actualización del nueve de junio: La autora ha comentado en ésta entrada y se ha disculpado por su error. Aceptamos esas disculpas, pero mantendremos la entrada para aclarar el asunto a cualquier persona que pueda quedar con una falsa idea basada en lo que fue colgado en su blog desde hace meses.

16.8.10

El Turrujal

Como si de un sueño se tratara, esta foto difuminada por el tiempo, nos muestra a don Joaquín joven en su finquita del Turrujal... pala en mano, brazo nervudo, graciosos botines enlodados, espeso bigote, y abrazado a doña Celia Carrillo, mi abuela. El año es incierto, pero es muy probable que sea entre 1909 y 1912, es decir, entre el año de su matrimonio y el del nacimiento de mi padre. Un visitante no identificado,pero elegantemente vestido, aparece a la izquierda.

La imagen es sumamente rara y su autor desconocido. No recuerdo otra de don Joaquín en esa finca ni tan cercano a las labores de la tierra, actividad que sin embargo le gustaba mucho, al punto que cuando estuvo estudiando en Chile entre 1901 y 1903 “le sobraron ratos para ilustrarse en ingeniería agrícola” (1)

Esta es una fotografía que me conmueve. Y no solo es por la imagen idílica pero real de un pasado irrecuperable, es también porque la foto en sí está muriendo. Lo que ven es solo la foto de la foto, que me he encargado de restaurar lo que he podido y de "embalsamar" digitalmente, pero el original se irá borrando muy lentamente, haciéndose más y más transparente, hasta que un día solo quedará un papel en blanco, un recuerdo desvanecido muy parecido al triunfo rotundo e inapelable de las parcas, quienes pacientemente comienzan a preparar nuestra mortaja desde que nacemos y jamás abandonan ese trabajo hasta cortar el hilo final.

Siempre se dice que una imagen vale más que mil palabras, pero al parecer las palabras perduran y las imágenes nos dejan después de haber dicho mucho. Por ello, si algunas frases han de quedar sobre este don Joaquín campesino, espero que sean las del ensayista Mario Sancho, quien escribió (2):

“Pero como me gusta más rememorar su figura llana y bondadosa, es teniendo por marco aquella su finca del Turrujal a donde íbamos a verlo sus amigos los domingos, a hablar de escritores y de poetas y a tomar un té excelente preparado y servido por las gentiles manos de Celia. … ¡El Turrujal! ¡Ah que lindo refugio era ese para soñar, para leer, para meditar serenamente en las grandes empresas de la inteligencia y del corazón!...

Le encantaba ponerse facha campesina obedeciendo quizás al instinto agrario de sus abuelos, y vivir en grato contacto con la naturaleza próvida y maternal…”


El destino del Turrujal, que en realidad era de doña Celia, es triste. Según me cuenta mi madre, cierto día un familiar suyo (de doña Celia) le pidió un dinero prestado y ella que siempre fue muy generosa, hipotecó el terreno para poderlo ayudar. Al parecer, el beneficiario -que era propenso al etilismo-, nunca le reembolsó la suma o no lo hizo a tiempo -esto no se sabe- y sin poder hacer frente a la deuda, doña Celia perdió la finca. Hoy se alza ahí un moderno edificio de apartamentos.

(Hacer click en las fotos para agradarlas)

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1-En "El Hombre del Repertorio Americano", Eugenio García Carrillo, Editorial Studium, p.36

2-Citado por mi padre en una nota dejada en sus papeles junto a la foto presentada, pero sin otras referencias. Asumo que leyó ese texto en algún lado y lo trascribió. Quizás fue en las “Memorias” de Mario Sancho, pero a pesar de que revisé rápidamente el libro para ver si daba con el pasaje, no fue así. Buscaré más detenidamente y si lo encuentro lo reportaré aquí.

5.8.10

Yehudi Menuhin... moto perpetuo

Cierta vez don Miguel Ángel Peña, en ese momento director de la Banda Juvenil de Desamparados (ignoro si lo sigue siendo) me preguntó si sabía qué opinión o relación podía tener don Joaquín con la música y la verdad en ese momento no tuve ninguna respuesta precisa a mano. Un hombre de la cultura de mi abuelo seguramente apreciaba muchísimo el arte musical y aunque no dejó, hasta donde sabemos, ningún escrito referido en forma exclusiva a ese tema, sí entendemos que la música lo apreciaba mucho a él... o por lo menos a su Repertorio.

Tengo por prueba ésta fotografía con una dedicatoria nada menos que de Yehudi Menuhin (1916-1999), el gran violinista norteamericano de origen ruso-judío, a quien se le conoció como el "Einstein del violín". Como se puede apreciar, tal dedicatoria dice: "Para el Repertorio Americano, el mejor periódico literario sur-americano" y firma en julio de 1943, en plena segunda guerra mundial. Como judío Menuhin tuvo sus problemas con la Alemania nazi y ya desde 1934, apenas un año después de la ascensión de Hitler al poder, había rehusado una invitación oficial para presentarse en ese país, pidiendo a la vez que se revocara el destierro de ciertos músicos judíos. Sin embargo, fue también el primer músico de ese origen a tocar con la Orquesta Filarmónica de Berlín después de la guerra, en 1947, acto que él quiso tuviera el simbolismo de una reconciliación. En su vida fue un gran defensor de las causas humanitarias e incluso dirigió una dura crítica al gobierno israelí cuando éste le otorgó en 1991 el premio Wolf y tuvo la ocasión de hablar en el Knesset. Los británicos le otorgaron la nacionalidad y lo nombraron Sir. Por su parte los españoles le otorgaron el Premio Príncipe de Asturias y recibió infinidad de otros premios y distinciones. Se destacó también como director de orquesta y fundó una academia musical y un concurso que lleva su nombre. Yehudi Menuhin fue uno de los más grandes virtuosos del siglo XX y no solo interpretó innumerables obras del repertorio clásico acompañado de las mejores orquestas del mundo, sino que también hizo grabaciones con músicos de horizontes tan diversos como el jazzista francés Stéphane Grappeli (también virtuoso del violín) o el citarista indú Ravi Shankar.

La foto que presento es de un fotógrafo newyorkino de apellido De Bellis (de quien lamentablemente no tengo más referencias) y le he hecho una pequeña restauración digital que pretende conservar su carácter de foto antigua, ya que el original se encuentra algo maltrecho. Seguramente varias copias de ésta fotografía circularon por el mundo o al menos se hicieron varias con apenas leves diferencias, porque una de ellas aparece en una página que contiene una entrevista ofrecida por Menuhin a la revista Vogue, entrevista que por lo demás recomiendo. También pude rastrear otros ejemplares en la red, aunque ninguna como la que ven arriba, donde llama mucho la atención que la dedicatoria haya sido escrita directamente en español. Tampoco sé si esta foto fue reproducida en el Repertorio en algún momento, porque uno de los grandes problemas que existen actualmente con esa publicación es que si bien existe un índice de autores, no hay uno onomástico y sería bastante trabajoso ir a revisar todas las páginas desde 1943 hasta 1958 para ver si en algún momento se publicó, aunque es probable que sí. De encontrar en un futuro la foto en las páginas del Repertorio, lo reportaré aquí de inmediato.

Y para terminar este entremés de 1943, año de la foto dedicada (¡y doblado!... para seguir con el castellano):

2.8.10

Latigazos

La revista “El Látigo”, cuyo atrevido y hermoso diseño de portada presentamos aquí arriba (en parte restaurado), probablemente fue la segunda (1) publicación que dio cuenta de la aparición de El Moto y lo hizo en la edición del 10 de marzo de 1900. El texto completo figura a continuación y basta hacer click en la imagen para agrandarla y así poder leerlo.

Como se habrá notado no aparece la firma del autor, por lo que suponemos que se trata de un texto de corte editorial escrito por Antonio Font, quien figura como administrador y propietario de la publicación “El Látigo”. Además, es claro que el autor no pretende hacer crítica especializada, sino sencillamente aplaudir una pieza literaria que viene a romper con cierto orden de cosas con el cual él está en desacuerdo. Nótese que la tipografía utilizada para escribir el nombre de la revista presenta cierta similitud con aquella que sirvió para la segunda edición de El Moto (tal como se puede ver aquí).

Este dibujo de Henry Harmony (director artístico de la publicación y también autor del dibujo de la portada), aparece al dorso de la plana que contiene el texto. Dicho dibujo está inspirado de una fotografía de don Joaquín (según una pequeña nota que dejó mi padre pegada al ejemplar original de “El Látigo”). Lamentablemente no conservamos esa fotografía que habría servido de modelo. Por otra parte, al lado del dibujo aparece un texto corto de Leonidas Briceño titulado “Instantánea”.

No es muy claro si este texto está impreso o si fue escrito posteriormente con pluma. Por la forma en que está dispuesto es probable que haya sido más bien lo segundo. Como se podrá notar, alguien tuvo la mala idea de trazar con bolígrafo unas líneas que encuadran el dibujo. Posiblemente ello fue hecho con el propósito de reproducirlo en otra publicación (2), pero de ese modo se dañó en cierta medida el documento original, lo cual es una lástima.

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1-Si damos fe a lo que dice don Fernando Herrera en su libro “García Monge, plenitud del escritor”, la primera reacción pública habría sido la de Carlos Gagini en un artículo publicado el 27 de febrero de 1900 en el diario “La Prensa Libre”, texto que habría servido luego como prólogo a la segunda edición de El Moto. Este tema ya lo abordamos en la entrada citada.

2-Es casi seguro que la publicación que lo reprodujo por primera vez fuera “El hombre del Repertorio Americano” (libro escrito por mi padre y publicado en 1981). En el libro de don Fernando Herrera “Intruso en Casa Propia” también se reproduce el dibujo, pero ese libro es del 2007.

29.6.10

Y la historia sigue

Con mucha satisfacción recibí esta semana la noticia, por parte de Rodrigo Soto, de que el la obra de teatro "Había una vez" de Carmen Lyra, fue incluida como lectura sugerida dentro del programa del Ministerio de Educación Pública. Quién iba a decir que ese texto que rescatamos y presentamos por acá iba a llegar tan lejos.

26.6.10

Imágenes de una exposición

Hace alrededor de casi dos años, cuando se celebró el cincuentenario de la muerte de don Joaquín y la señora Michelle Bachelet aún era la presidente de Chile, la embajada de ese país organizó una exposición fotográfica denominada "Pienso en Chile" sobre don Joaquín y su relación con aquella nación sureña. En esa ocasión tuvimos la oportunidad de colaborar facilitando algunas fotografías que formaron parte de la exposición, la cual coincidió con la visita oficial que en ese entonces hizo la señora Bachelet a Costa Rica.

Por una feliz circunstancia, la embajada chilena nos facilitó esta semana una serie de imágenes que fueron tomadas mientras la señora Bachelet visitaba la exposición. Aunque con retraso, siempre es para nosotros un orgullo poder presentar ahora al menos unas cuantas de ellas. Hacemos patente nuestro más profundo agradecimiento a la Embajada de Chile y en especial a don Miguel Ángel Coll, por poner a nuestra disposición estas valiosas fotografías.


Aquí se observa a la señora Bachelet y el retrato de don Joaquín que restauramos especialmente para el cincuentenario de muerte y del cual facilitamos luego la copia que ahí se ve.

La señora Bachelet mirando la fotografía de la Orden al Mérito en grado de comendador, foto de estudio que fue tomada por nosotros.


Aquí la señora Bachelet mira una fotografía que ha aparecido en algunos libros pero que nosotros restauramos y que aún no hemos subido de ese modo a este blog. En ella se observa una reunión en la casa de Fausto Coto Montero a la que asistieron en particular Gabriela Mistral, Max Jiménez, Salomón de la Selva, además de don Joaquín por supuesto.



En esta otra imagen la señora Bachelet mira una serie de fotografías sobre Pablo Neruda y don Joaquín que restauramos digitalmente y presentamos de ese modo por primera vez en este blog.

Aquí frente al retrato de don Joaquín por Trigueros de León, que desde un inicio incluimos en este blog y nos acompaña siempre en la primera página.

23.6.10

Magón comenta "El Moto"

Una de las piezas más entrañables de lo que se podría llamar el "archivo García Monge", es la carta que le envió Magón el primero de marzo de 1900 dándole su opinión sobre la novela “El Moto”, que don Joaquín acababa de publicar.

La clara y elegante caligrafía de Magón hace muy fácil su lectura, así que no transcribiremos el texto. Basta hacer click sobre la imagen correspondiente para abrirla en mayor tamaño y poderla leer.





Como habrán notado, Magón aprovecha la misiva para reafirmar su título de “iniciador y descubridor” del género costumbrista en Costa Rica (1), lo que según él lo legitima a opinar (y por supuesto que nadie podría, bajo ninguna circunstancia, rebatirle ese derecho). Sin embargo, al hacerlo quizás abona la confusión entre novela costumbrista y realista cuando insiste en calificar al Moto como una “novela de costumbres costarricenses”. Magón también utiliza prácticamente una de las tres páginas que componen la misiva, para dirigir un ácido ataque a los escritores “cosmopolitas”, encabezados por Ricardo Fernández Guardia, en la famosa polémica que desde 1894 lo opuso a Carlos Gagini, defensor del estilo o género “nacionalista”. Con la publicación de El Moto, esa polémica se reavivó por aquellos años.

Escribiendo la entrada sobre las dos ediciones de El Moto, nos preguntábamos sobre la fecha de publicación, o por lo menos sobre el mes en que apareció por primera vez y decíamos que era probable que fuera en marzo, sin embargo, la fecha de esta carta de Magón, que habíamos completa e imperdonablemente pasado por alto, viene a apoyar la tesis expuesta por don Fernando Herrera según la cuál la novela se publicó en febrero.

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1) Una formulación semejante ya se encontraba en la carta que presentamos en la segunda entrada de este blog, donde comenta la aparición de los Cuentos de mi Tía Panchita de Carmen Lyra.

2.6.10

El Moto ilustrado (segunda parte)

Y ahora continúo con el resto de los dibujos que componen la serie con que Juan Manuel Sanchez ilustró el Moto en las ediciones de 1959. La primera parte de la serie se puede consultar aquí.

Por lo demás conservo el principio de presentar el dibujo y al pie el texto que, a mi juicio, probablemente lo inspiró:



8-“Con el alba se ponía en pie: ella amarraba las vacas en el corral y con una fuerza no común apartaba los terneros de las mamas y gustaba verla arrepollada en el suelo tirando de las ubres henchidas”.


9-“Hizo crujir el sillón al dar la media vuelta sobre el asiento y como pudo acomodó el rollo de sus carnes (…) -y qué viento te ha echado por aquí?- preguntó al Moto, quien ocupaba una silla, con los brazos cruzados y el sombrero a los pies”.


10-“Yo tengo mi perro negro, negro como un zapoyol que se metió en tu casa a comerse el mistayol. El cual perro se llamaba Singo e iba pocos paso adelante del Moto. Era una mañana friísima de diciembre y el cielo aborregado hizo pensar a José Blas, como a la generalidad de los campesinos, en el anuncio de un temblor. La noche pasada le ordenó don Sebastián que fuera a los Horcones, a traerle el potro azulejo que ya días no montaba”.


11-“Hizo varias tentativas para enlazarlo: pero todo en balde. Por fin en una lanzada que vino y en otra que fue, quedó amarrado el azulejo por el cuello y mitad del pecho. Más, ¡oh barbaridad!, el caballo, hecho un demonio, al sentirse prisionero, dio corcovos y sacudidas”.


12-“Y ambas encendieron una vela, rogando a la Negrita de los Ángeles, para que mejorase el Moto”


13-"El cuartito de paredes bajas y ahumadas, recibía la luz por una ventanilla abierta en el fondo y que daba a un potrero (…). En un camastro de cañas cubierto por un cuero de buey, se hallaba arropado en su cobo el Moto. Junto con él, respirando el aire tibio de la pieza y esbozadas apenas en la sombra se distinguían la madre de Panizo, alerta a lo que pidiese el enfermo, la india Chon sentada en un banquillo y Cundila a la cabecera de su novio”.


14-“En grupo cabalgaron hacia la casa de doña Benita, donde se les recibió con música de cuerda, papín cortado y conserva de chiverre”.

15-“Y la campana con su toques parecía responder al último adiós del Moto, el cual, claudicando de la pierna derecha partió al acaso, sin rumbo, sin volver la cabeza: iba abrigado en las sombras de la noche, por entre la red de veredas, al través de potreros y cercados”.

1.5.10

El Moto ilustrado (primera parte)

Como explicábamos en la entrada anterior, las ediciones del Moto de 1959* fueron ilustradas por Juan Manuel Sánchez. Como complemento a ella, me propongo subir a este espacio la totalidad de esos dibujos, porque en ediciones sucesivas desaparecieron y por ello tengo la impresión de que casi no se conocen. Como se verá, se trata de ilustraciones muy simples pero delicadísimas que en mi opinión traducen perfectamente, al lenguaje gráfico, la elegancia sobria de la pluma de don Joaquín. De ella ya había dicho Alfonso Reyes: “Hay por esas páginas un ambiente de suave alucinación. Los personajes son finas miniaturas, dibujadas en rasgo continuo y sin levantar el lápiz”**. Curiosamente, estas palabras me parece que se pueden aplicar tanto al estilo de don Joaquín como al de Sánchez y considero oportuno recordarlas porque no deja de sorprenderme como muchas veces se critica su obra, apuntando a la simpleza de la trama, y se olvida con qué primor está tejida. Todo el talento y la visión del autor están puestos en el modo como escribe, en la belleza de los giros, en el fraseo y uso exquisito de las palabras y en la pintura que nos va creando con sus descripciones. Si eso no fuera prueba suficiente de dominio del arte literario ¿Qué sería?

Las ilustraciones son en total quince. Para empezar subiré las primeras siete y en la próxima entrada el resto. Las presento en el orden en que aparecen insertadas en la novela y me tomo la libertad de asociar a ellas la frase o párrafo que probablemente las inspiró:


1-Don Joaquín (aparece aún antes de iniciar la novela en el dorso de la contraportada y como presentando a su autor).


2-"Los ganados se criaban retozones en los potreros."


3-“Esparrancado en un cuero, con el espinazo en arco como el de un gato sentado, las antiparras –de vidrios azules montados en armadura de madera negra- encajadas sobre el lomo de las narices, se hallaba Soledad, contando las ganancias del año y con los ojuelos verdes y hundidos refijos en los montoncitos de reales, escudos y medios”.


4-“Dios lo lleve con bien –Añadió Cundila, clavando unas miradas de las que ella tenía, al mancebo simpaticón, el cual repuso a su turno: Amén.”



5-“Era el maestro don Frutos un hombre descalzo, metido en piernas en unas bragas azules amarradas a la cintura por una banda de redecilla morada; una chaqueta cerraba su busto corto y apretado; tirando a mestizo, tenía los carrillos lucios e inflados como los de un trompetero, el mostacho de pelambre ralo y tieso como el de un gato, la melena lacia, sin una cana y partido en el medio por una raya hecha en la cabeza. Setentón era él, con una musculatura envidiable y muy potente para alzar de las orejas, hasta hacer ver a Dios, a cualquiera de sus alumnos. Los cuales a la sazón ocupaban toscas bancas y escribían en hojas de plátano y sobre las rodillas; por única pluma la del chompipe unos, la de zopilote otros, y por toda tinta el jugo del ojo de buey cele”.


6-“Doña Benita Corrales, hermana de madre de don Soledad, pasaba por una de las viejas más devotas y acomodadas de Desamparados.

Vivía sola, entregada a sus oraciones, al cuidado de sus gallinas y demás quehaceres. Gran admiradora de los curas, manifestaba harto celo por todo lo que fuese solemnidades religiosas y según hablillas del vulgo, muy delicada para eso de velas, rosarios y otras alegrías populares. Iba únicamente a la ermita gastándose un airecito refunfuñón, sin detenerse a chismear con los vecinos ni cruzarse más que los “buenos días le dé Dios” y estos, muy secos e indiferentes”.


7-"Los músicos, a cual más parrandero, en su asiento de guayabo, arrancaban chillidos a la vihuela y al violín acompañados. De la masa compacta de hombres desprendiose uno y sacó sin cumplimientos a la que fue de su agrado; corrieron luego otros y tirando de las jóvenes se preparaban a bailar. Ponían unos la diestra en la espalda y otros en los cuadriles de la pareja, levantaban por extremo el brazo izquierdo y harto separados, cogían una de dengues y meneos ridículos”.

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*Decíamos anteriormente que hubo dos ediciones simultáneas dirigidas por Luis Ferrero: La del Ministerio de Educación Pública y la de la Editorial Don Quijote. Por tener exactamente igual contenido y fecha de impresión, se puede considerar a ambas como la tercera edición.

**En la presentación a la tercera edición

19.4.10

Dos ediciones de "El Moto"

El Moto inicia ya con firme calidad estética
el género realista costarricense.
Alfonso Reyes (1)


Quizás la pieza literaria más destacada de don Joaquín es, como muchos sabrán, “El Moto”, novela corta de inspiración perediana (2) publicada en 1900. Esta obra de gran importancia en la historia de las letras costarricenses (aunque a menudo subestimada o mal leída por cierta crítica) ha conocido varias reediciones, ha sido objeto de numerosos estudios, ha formado parte del programa de educación secundaria (no sé si actualmente sea aún el caso) e incluso fue llevada a la pantalla chica. Sin embargo, es preciso señalar que todo ello no ha bastado para darle el justo lugar que se merece entre las obras vivas, y no en la vitrina de las curiosidades literarias o de los mausoleos incensados.

Un relato de las circunstancias que rodearon su primera edición se lo debemos a Francisco María Núñez, quien lo publicó en las páginas del Diario de Costa Rica el 26 de octubre de 1952 (3). Como esos párrafos tienen mucho que ver con el tema de esta entrada, nos parece oportuno transcribirlos a partir de la cita que de ellos hace mi padre, el Dr. Eugenio García Carrillo, en su libro “El hombre del Repertorio Americano” (pág.31):
“A fines del siglo pasado, cuando don Joaquín García Monge apenas alcanzaba los diecinueve años y terminaba sus estudios en el Liceo de Costa Rica, escribió su primera novela, El Moto.

Vino un día de Desamparados, con su manuscrito bajo el brazo, y lo puso en manos de su ex-profesor don Carlos Gagini. Este lo leyó y le dio su opinión favorable.

-Comienza bien, hay que publicarla

Muy ufano se fue García Monge en busca de doña María v. de Lines, propietaria de la Librería Española, entonces, y también de una empresa tipográfica. Le habló de su novela y ella, que ya sabía de la tragedia del libro nacional, le pidió tres días para examinar el manuscrito.

Doña María tenía sus asesores: Soto Hall entre otros. La respuesta fue: -Vea, joven, en el estante vecino está amontonada la novela Chamarasca de Gagini. Si no se vende el libro del maestro, ¿Cómo podremos vender el del discípulo? Amoscado salió el novel publicista y recordó que su amigo Billo Zeledón trabajaba como secretario de la Imprenta a Vapor de Greñas. Allá se dirigió a contarle su pena. Billo siempre fue amigo de dar la mano.

-No se desespere. Ya veremos que dice Greñas- fue su respuesta.

Por ciento veinte y cinco pesos de entonces, se cerró el trato. Prontito estaban a la venta en las librerías de Canalías, de Pujol y Montero los tomitos. Y se agotó la edición.

García Monge pagó el valor total y le quedó un saldito para comprarse un vestido donde Robert”.


En otro libro, esta vez de don Fernando Herrera: “García Monge, plenitud del escritor” se habla de otras dos versiones de lo acontecido, pero la versión que resulta más convincente a los ojos de don Fernando es la que hemos transcrito de Núñez, esto en virtud de que el mismo don Joaquín, en una carta que le dirige a Billo Zeledón en 1944, acota lo siguiente: “He recordado en estos días la primera edición del Moto y el pagaré que juntos firmamos” (García Monge, Plenitud del escritor, pág.30).



Las imágenes que he incluido en esta entrada corresponden a los ejemplares que guardó don Joaquín de las primeras dos ediciones (la de 1900 y la de 1901). Como se puede apreciar en la cubierta de la primera, ésta incluye entre paréntesis el seudónimo que don Joaquín había utilizado entre los años 1898 y 1899 para firmar varios escritos aparecidos en la prensa nacional: “El lugareño”. Sin embargo, a partir de la segunda edición se elimina esa mención, que según don Fernando tuvo un propósito comercial, ya que los posibles compradores de la obra podrían identificar más fácilmente a su autor con aquel que ya se había dado a conocer gracias a sus textos en la prensa (esto no lo dice exactamente así, pero a mi modo de ver se colige bastante claramente de sus palabras… espero no hacer una interpretación demasiado extensiva de ellas).

Otro aspecto que señala don Fernando, es la inclusión de la frase “Costumbres costarricenses” (también con un propósito comercial) y que en su opinión contribuyó a forjar un persistente malentendido con respecto a la obra al otorgarle una filiación costumbrista, cuando más bien se trataba de una novela de carácter realista, con acentos críticos mucho más profundos que el simple costumbrismo folclorista que tantas veces se le ha endilgado. Su carácter realista la convirtió propiamente en una obra fundadora, que anunció el rumbo que tomaría, en el trascurso del siglo XX, el grueso de la mejor literatura nacional.


También llama la atención que don Joaquín haya escrito en la anteportada de la primera edición (por debajo de su rúbrica) una indicación temporal bastante precisa: "marzo de 1900". Como en el texto impreso no se especifica la fecha exacta del tiraje (ni tampoco el número de ejemplares, ni sello editorial alguno), podríamos asumir que se realizó ese mes. Esto a pesar de que el prólogo de la edición de 1901, escrito por Carlos Gagini y firmado en “Guadalupe, el 27 de febrero de 1900”, sugeriría más bien que la publicación es del segundo mes. Una nota entre paréntesis aclara que se trató de un artículo aparecido en la Prensa Libre. Lo que no se dice es cuándo, por lo que no se puede concluir, con base en ese único dato, que la fecha en que fue rubricado sea la misma en que fue publicado. Además, si damos crédito al relato de Núñez, hay que tener presente que Gagini leyó el manuscrito antes de ser pasado a la imprenta inicialmente y eso explicaría que haya podido escribir un artículo crítico antes de su publicación.

A pesar de todo, don Fernando Herrera, teniendo en cuenta la fecha de dicho artículo, ubica a febrero como mes probable de publicación. Tal vez esté en lo cierto, pero nosotros, al no tener a mano la fuente periodística (es decir, el ejemplar de la Prensa Libre de aquel 27 de febrero), no hemos podido confirmar que ese día apareciera, efectivamente, el escrito de Gagini. De lo que sí hay certeza es del lugar y mes de conclusión de la obra, porque figura en el propio texto a modo de cierre: “Desamparados, enero de 1900”. Y aquí nos llama la atención el poquísimo tiempo transcurrido entre la escritura y su publicación. Y lo mismo podríamos decir del breve lapso entre la primera y segunda edición: apenas un año. Como que las cosas eran muy ágiles en aquellos días o bien que don Joaquín demostraba un carácter muy inquieto.


Estas primeras ediciones sirvieron a don Joaquín para ensayar algunas variaciones al texto original. Según mi padre la más importante de ellas viene en el último párrafo (“Cosas de don Joaquín”, pág.75), aunque don Fernando Herrera duda de esa afirmación y considera que pudieron haber habido otras, pero sin decir exactamente cuáles. La modificación a la que alude mi padre, si bien es pequeña, resulta significativa y dice así: “y el son melancólico y reposado de las campanas parecían responder al último ¡adiós! del Moto…” (Según fue interpretado por él, aunque el texto manuscrito no sea muy claro). Ésta modificación, sin embargo, no fue plasmada en la segunda edición de 1901, la cual quedó igual que la primera. Siempre disconforme, don Joaquín escribe en su ejemplar de la segunda edición nuevas anotaciones que tampoco serán definitivas: “Y la campana en sus toques del Angelus…”.

Estas reformulaciones sucesivas que pueden parecer puramente formales, tendrían, en opinión de mi padre, un hondo significado psicológico que tiene que ver con los temas de la celebración y la libertad, según lo explica con bastante detalle en su libro “Cosas de don Joaquín”. Remitimos a sus páginas para quienes quieran abundar en esos aspectos que no son el objeto de esta entrada. Aquí solamente nos limitaremos a señalar que su punto de vista fue también avalado por doña Victoria Garrón de Doryan en la presentación del libro “Joaquín García Monge” (Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, San José, 1971).

No fue sino hasta 1959, cuando apareció la tercera edición dirigida por don Luis Ferrero y con presentación de Alfonso Reyes(4), que la novela cristalizó en una versión definitiva. Lamentablemente, don Joaquín jamás llegó a verla publicada de ese modo, puesto que murió en 1958, aunque todo indica que la había dejado aprobada con bastante anterioridad… Al menos así se puede interpretar de una carta que él le dirige a Ferrero en 1953 y que se cita en el libro de Herrera (pág. 33): “No eche en olvido las correcciones de mi Moto. Usted interpreta mis deseos. Haga la edición como le dije, etc.”. En la última versión, las modificaciones del párrafo final quedaron así: “Y las campanas con sus toques parecían responder al último ¡adiós! del Moto…”. Por el resto, don Joaquín cambió simplemente una serie de términos de influencia perediana por sus correspondientes costarriqueñismos. El propio Ferrero escribe en la nota preliminar a la tercera edición: “En general, modificó lo indispensable, pues él jamás puso mucho empeño en pulir y repulir y porque dispuso que esas pocas correcciones no llegaran a desvirtuar su obra de adolescente”.


No quisiéramos cerrar esta entrada sin alabar la hermosa tipografía modernista que fue utilizada en el título del segundo tiraje. Esta edición, hecha por la imprenta de Padrón y Pujol, era muy del agrado de don Joaquín (al menos desde un punto de vista formal) porque sobre ella le escribió a Francisco María Núñez lo siguiente: “la presentación muy bien, pero como no podía corregirla a la distancia los costarriqueñismos aparecieron desfigurados”. Según don Fernando Herrera la publicación vio la luz cuando don Joaquín estudiaba en Santiago de Chile (de ahí que hable de “la distancia” supongo yo). Por otra parte, según mi padre, la publicación fue hecha en Barcelona. Esto me llama la atención y me deja con la duda, porque la portada de esa segunda edición claramente indica “San José”. Pero aún si fuera tal como él dice, entonces quizás la distancia a la que se refiere don Joaquín es la que hay entre San José y Barcelona, aunque bien pudiera ser también la que hay entre ésta última ciudad y Santiago. En definitiva, no he encontrado aún la fuente de tales certezas referidas al lugar y fecha de publicación de la segunda edición.

Como se ve, la frase "Costumbres costarricenses" fue suplantada por: "Novela costarricense". Sin embargo, en una edición de 1969 que conservamos y que fue dirigida por mi padre, la frase "Costumbres costarricenses" vuelve a figurar, pero no en la cubierta o la portada, sino en la primera página, después del título.

Otro aspecto sobre el que me queda duda es que el señor Herrera diga en su libro (pág. 51) que en la anteportada de la primera edición aparece claramente la dirección de la imprenta de Greñas (“150 varas al Norte del Telégrafo”). Y es que en el ejemplar que fue de don Joaquín no aparece tal mención. ¿Será que le faltan páginas? Es posible, porque el tomito no está en muy buen estado y aparece descocido, aunque en apariencia esté completo.

Una pregunta que podría surgir en la cabeza del lector es la de si existe algún manuscrito de El Moto. Sería interesante, pero la respuesta que podemos dar, por el momento, es desgraciadamente negativa. Las únicas partes manuscritas que subsisten y de las que tenemos conocimiento, son las cortas anotaciones a las que nos hemos referido y otras aún menores dispersas en otras páginas.
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1-Extracto de la presentación a la tercera edición de El Moto. 1959. Aunque no todo el mundo está de acuerdo con esta afirmación, así por ejemplo el Dr. Salvador Aguado dice en un texto que ha acompañado ediciones más recientes de la novela (nosotros consultamos la de 1969): “¿Es realista esta obra? No. No reproduce la realidad. Salvo que se entienda por realismo la absorción de la realidad”.

2-Referido al novelista español José María de Pereda, a quien don Joaquín admiró.

3-Núñez fue también quien realizó la última entrevista a don Joaquín, apenas cinco días antes de su muerte. La misma fue publicada en el
Diario de Costa Rica y luego recogida en su libro “Desamparados. Tierra nutricia”.

4-En realidad se trata de una situación inaudita porque hay dos ediciones de igual fecha y contenido, hechas por la misma imprenta, pero realizadas bajo diferente sello editorial: Una es del Ministerio de Educación Pública y otra de la
Editorial Don Quijote (proyecto editorial de Ferrero fomentado por don Joaquín). Ambas incluyen una nota del editor, la presentación de Reyes, un texto de Abelardo Bonilla sobre don Joaquín y están bellamente ilustradas por Juan Manuel Sánchez. Esta extraña duplicidad podría obedecer a un cálculo de Ferrero, porque según explicó mi padre a Herrera (quien le hizo la consulta) “Ferrero trabajaba en el Ministerio de Educación y como sabía de la edición Salvadoreña manejada por Trigueros de León, quiso adelantarse con su propia edición pensando en continuar con otras obras de García Monge”. Ciertamente Ferrero tenía en mente un vasto proyecto editorial que lamentablemente quedó trunco hasta ahora, porque en la anteportada se incluye la siguiente mención: “Obras Completas de Joaquín García Monge”. Pero la idea iba incluso un poco más allá: A la reedición de El Moto debía seguir la edición de un libro que recogería una serie de escritos en torno a esa novela, tomo para el cual Ferrero ya hasta había pensado en un nombre: “Suplementos a las Obras Completas de Joaquín García Monge. Documentos de Trabajo Nº1”.

La edición salvadoreña a la que alude mi padre salió también en 1959, pero bajo el título “
Tres Novelas” e incluye, además de El Moto, otras dos obras de don Joaquín: “Hijas del Campo” y “Abnegación”.