25.10.07

Dos artículos sobre don Joaquín

Recientemente me he encontrado en diferentes medios dos artículos referidos a Don Joaquín y ahora me tomo la libertad de reproducirlos aquí. Agradezco a los autores y editores respectivos el haberse interesado en su figura.

Joaquín García Monge (1881-1958)
Por José Steinsleger, articulista argentino

Cuando los expertos en “historia de la moral civilizadora” revisen arqueológica y síquicamente sus escombros (cosa para la que no falta mucho), irrumpirá con fuerza el ejemplo de Joaquín García Monge, intelectual costarricense que, solito y durante 40 años, movilizó la conciencia y el espíritu crítico del continente haciendo a pulso una revista cultural: Repertorio Americano.

Contadas son las plumas de América Latina que con un artículo al menos, no colaboraron en las páginas de Repertorio (1919-58). Si las mencionásemos, agotaríamos el espacio disponible. En 1946, la publicación alcanzó la edición número mil y, hace poco, el investigador costarricense Evelio Echeverría elaboró 20 mil 500 fichas tomadas de 50 tomos de la revista.

Con tenacidad y lucha contra la adversidad (“… este polo de indiferencia en que aquí se vive”, decía), la obra de García Monge guarda similitud con la del argentino Gregorio Selser, a quien en más de una ocasión académicos poco informados confundían con un “colectivo” que producía libros y artículos periodísticos.

Nada de eso. Repertorio brotaba en la casa donde su fundador y único redactor nació y murió, situada en la localidad que lleva el emblemático nombre de Desamparados. Sin secretarios de redacción, sin mecanógrafos, sin ayudantes que fuesen al correo a despachar mes a mes los cientos de envíos al exterior (¡ay!, internautas…), García Monge costeaba las ediciones con suscripciones y sus magros ingresos de profesor.

¿Qué energías, qué fuerzas, qué convicciones animaron a esta suerte de Kant centroamericano que al decir de otro gran tico, Vicente Sáenz, andaba con “dos trajes y el fantasma latente del recibo de imprenta, tan puntual y azañoso de cubrir como el de la luz”? Pensamos en Kant, pues tal sigue siendo el paradigma de muchos intelectuales latinoamericanos para situar “heidegeraniamente” (uf) su “ser y estar en el mundo”. Y porque en efecto, García Monge tuvo, a decir de Kant, “el valor de servirse de su propio entendimiento” y de “… la importancia del deber, que es donde reside la virtud de toda acción”.

Convencido de que América Latina sólo podía emanciparse y unirse a través de la cultura, García Monge decía que sólo tenía “… el cielo estrellado sobre mí, y la ley moral dentro de mí”. Pero Costa Rica no era Prusia, sino un enclave semicolonial de la United Fruit, y don Joaquín carecía de una universidad como la de Koenigsberg porque la oligarquía feudal de su país la había cerrado en 1885, y recién pudo refundarse en 1940.

Galardonado en 1944 con el Premio Moors Cabot por la Universidad de Columbia, el director de Repertorio jamás se adhirió a ningún “Congreso por la Libertad de la Cultura”, aquel engendro de la CIA que los Vargas Llosa recuerdan con nostalgia, y que el no marxista Arthur Koestler llamó “circuito internacional de putas por teléfono”.

Defensor de la gran cultura estadounidense, García Monge habló de “las Américas” en el sentido dado por José Martí y Manuel Ugarte: como “nuestra” y “Patria Grande”. Y así, mientras salía a comprar azúcar y café en la tienda del barrio, las páginas de su revista preguntaban a los latinoamericanos qué habían sido de los Hidalgo y Bolívar, de los Hostos y Morelos, de los Artigas y los Juárez.

El 15 de setiembre de 1921, ante el monumento nacional que rendía homenaje a Juan Rafael Mora, “presidente despierto” que en 1856 derrotó al ejército esclavista del filibustero yanqui William Walker, García Monge alzó la voz contra la oligarquía cafetalera que en 1860 fusiló al héroe, y profetizó: “… si importa saber cómo fuimos libres, importa más saber cómo conservarnos libres, cómo mantener en asta firme la enseña de los libertadores: el problema que ellos resolvieron en el 56, sigue siendo nuestro problema”.

García Monge saludó la aparición de la revista Amauta (Lima, 1926) y en 1929 escribió a José Carlos Mariátegui: “… porque usted alecciona en el Perú y también en América. En todas estas patrias tiene usted lectores devotísimos”. Y a inicios del mismo año, desde su cuartel de El Chipotón, Nicaragua, el general de hombres libres Augusto César Sandino le acusa recibo y agradece el monto de dinero recogido para su causa entre los lectores de Repertorio.

En homenaje tributado en 1953 en México por la revista Cuadernos Americanos, Jesús Silva Herzog reunió a una constelación de firmas insignes que rindieron su admiración “al hombre bueno, al hombre grande de la pequeña Costa Rica”: Francisco Romero, Baldomero Sanín Cano, Germán Arciniegas, Benjamín Carrión, León Felipe, José Gaos, Max Aub, Luis Cardoza y Aragón, Alfonso Reyes, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, León Pacheco, Luis Alberto Sánchez, Alberto Zum Felde, y muchos más.

Hace medio siglo, a seis días de su muerte (31 de octubre de 1958), el Parlamento (Asamblea Legislativa) de Costa Rica reconoció como “benemérito de la patria” a quien en días pasados, con motivo del gran debate acerca de la virtual anexión del país al imperio por vía de un tratado de libre comercio supo movilizar, premonitoria y masivamente a las mayorías del pueblo centroamericano, en pos de su dignidad nacional.

(Este primer artículo lo encontré en el
sitio de Tribuna Democrática que tuvo la buena idea de reproducirlo, tomándolo a su vez de La Jornada de México)

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Mussolini vs. Costa Rica
Por Oscar Hidalgo

En 1937 se produjo un hecho insólito que hasta ahora solamente se ha registrado de forma marginal y que, sin embargo, debiera quedar en los anales de la Historia Universal de la Infamia: el "Duce" Benito Mussolini atentó contra la libertad de prensa de Costa Rica y pretendía que se persiguiera y censurara, en nuestro país, al periodista y escritor Joaquín García Monge, editor del Repertorio Americano.

Los testimonios de primera mano para conocer esta violenta trama del dictador italiano los ha aportado la reciente edición de un volumen de "Obra Selecta" de García Monge, a cargo de la Biblioteca Ayacucho, de Venezuela, cuya selección, prólogo, cronología y bibliografía estuvieron al cuidado de la profesora Flora Ovares, investigadora de la Universidad Nacional de Costa Rica.

En lo específico, los primeros datos los aporta un documento de García Monge que se reproduce en el volumen que venimos reseñando. Se trata de una carta que le dirigió al periodista Otilio Ulate Blanco, quien llegara a la Presidencia de Costa Rica en el período 1949-1953.

Moviendo sus influencias y a través de la misma Embajada italiana en San José, las gestiones de Mussolini contra García Monge fueron desplegándose hasta llegar al montaje de una grotesca situación de falsas acusaciones, quejas ante las autoridades nacionales y algún articulillo periodístico, como parte de toda una trama conspirativa orientada a aplicarle la fuerza represiva de una legislación que estaba vigente en aquella época y que, al decir del periodista, ponía en manos de la policía el régimen de opinión.

Para ese año 37, el dictador totalitario había consolidado el régimen fascista en Italia, para el que tenía una completa elaboración jurídica e ideológica a la vez que actuaba sin escrúpulos ni contemplaciones en el escenario mundial, junto con la Alemania de Hitler.

De modo que, viendo en la lejanía a Costa Rica y sopesando el panorama intelectual del Continente Americano en el que corrientes de pensamiento y manifestaciones culturales de todo el mundo confluían en el modesto escritorio de García Monge, sin duda que a Mussolini le resultaba inaceptable la publicación del Repertorio.

En sus páginas era bastante frecuente leer a intelectuales italianos de la talla de Benedetto Croce, Guglielmo Ferrero y Don Sturzo, nombres de los que se enorgullecía el mismo editor costarricense porque, para esa época, su revista de cultura hispánica también había insertado los artículos de opinión y numerosos fragmentos de las creaciones literarias de Gabriela Mistral, Miguel Angel Asturias, Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges.

Ni qué decir de Sandino, José Carlos Mariátegui, Waldo Frank, Pedro Albizu Campos, Víctor Raúl Haya de la Torre y José Vasconcelos.

La lista podríamos ampliarla hasta todo el índice de autores que figuró en el Repertorio Americano, para la educación -por medio del ejemplo- de los periodistas del siglo XXI.

Leamos al propio Benemérito costarricense, en una página del Repertorio Americano (Volumen XXXIII, 1937, p. 195), tal y como se reproduce en este volumen de Obra Selecta que nos regala la Biblioteca Ayacucho:

"Que haya libertad de prensa y que las gentes puedan discutir. Eso ha sido la honrosa tradición política civil de Costa Rica que tanto nombre le ha dado en el exterior. En tiempos mejores, el señor Ministro de Italia, o uno de sus adláteres, si sabe escribir para el público, si tiene ideas y coraje, acude a los periódicos, a la prensa libre, a defender a su Señor y duce, y a su gobierno. Las gentes leen, comparan, reflexionan, estudian y así el fascismo gana o pierde adeptos, según las razones sean convincentes, simpáticas, o no, en Costa Rica, o donde sea".
Obsérvese que con esta libertad de prensa -así, expresamente postulada y para que las gentes pudieran discutir-, para el intelectual de Desamparados se trataba de reconocer la vigencia precisamente de la variedad de opiniones, ideas y creencias dentro un régimen de opinión pública que era, justamente, lo contrario al fascismo de Mussolini, en cuyo régimen corporativo, según el ideológo totalitario, todos los intereses sectoriales, políticos y de clase "se concilian en la unidad del Estado".

Veamos los hechos que anteceden la carta. García Monge y José Marín Cañas -otro periodista y escritor de mucho reconocimiento- habían publicado el artículo periodístico "La Abisinia Blanca" en el que criticaban, de manera frontal, las actuaciones de las fuerzas militares italianas en Africa y en España.

El monstruo del fascismo, argumentaba García Monge, azotaba a España, que si no era la Abisinia Blanca, sí era la que estaba recibiendo de la barbarie fascista internacional un "trato abisinio, infamante, cruel, inmerecido", que -puntualizaba- no podemos ver en calma los que en todo tiempo hemos luchado por los intereses de la cultura hispánica en nuestra América, que son los de la justicia civil, la libertad y la catolicidad de la cultura.

Los gobiernos arbitrarios que allá en sus dominios amordazaban a su prensa, pretendían extender la mordaza a Costa Rica. Con esas palabras, así veía el intelectual costarricense, desde su sede en Desamparados, el desarrollo de esta trama amenazadora. Debemos tener muy presente que estos gobiernos arbitrarios eran los regimens ya muy consolidados de Alemania e Italia, Japón y Portugal.

"Y les resulta cómodo a los interesados -seguía diciendo-, porque no hay que aclarar, no hay que discutir, no hay que defender a los amos, para eso está la citada ley, que calla a la prensa, y que lleva a la cárcel a editores y autores".
García Monge establecía una contraposición que le permitía distinguir entre los valores encarnados por lo que llamada la Italia eterna y celestial, cuyos aportes valoraba y exaltaba, frente a lo que resaltaba de la coyuntura política creada por el Duce, dentro y fuera de sus fronteras.

De esta manera se expresaba el escritor costarricense: "A la Italia eterna y celestial -como antes decía Unamuno de su España-, en sus educadores y santos, poetas y estadistas, pensadores y artistas, en sus libertadores y mártires, la he honrado y admirado siempre en el Repertorio, y seguiré admirándola y honrándola. No así a la Italia que ha engendrado y sustenta al monstruo del fascismo..."

Ya para este año 37 del siglo pasado, el régimen tiránico se encontraba completamente entronizado en Italia y Mussolini proclamaba que para el fascista nada tenía existencia fuera del Estado: "todo está en el Estado, nada humano o espiritual existe, y tanto menos valor tiene, fuera del Estado".

Añadía el Duce una de sus más resumidas definiciones sobre el rasgo típico del totalitarismo, término del que se había apropiado al ponerlo a circular socialmente como si fuera acuñación propia: "En tal sentido el fascismo es totalitario, y el Estado fascista, síntesis y unidad de todos los valores, interpreta, desarrolla y patentiza toda la vida del pueblo".

Un aspecto fundamental de este totalitarismo, así definido y pregonado por el mismo Mussolini, era la absorción de todas las instancias de la sociedad civil dentro del Estado, de tal manera que para la dictadura fuera posible desplegarse sin ninguna oposición ni roce alguno.

Este es precisamente, uno de los rasgos más llamativos del totalitarismo porque sus rectores se colocan al frente y, primero desconocen, minimizan, desvalorizan y luego suprimen a todas las instancias de mediación social. De esta manera, desaparecen todas las manifestaciones orgánicas entre los ciudadanos atomizados y la poderosa maquinaria estatal.

Sobre este rasgo, expresa el Duce: "no hay individuos ni grupos (partidos politicos, asociaciones, sindicatos, clases) fuera del Estado", y a continuación enunciaba una de sus principales teorías, la unidad del Estado, "que funde las clases en una sola realidad económica y moral".

Desde 1928, durante una intervención pronunciada en la Cámara de Diputados, en Roma, el 9 de diciembre, Benito Mussolini dijo: "En el régimen fascista la unidad de todas las clases, la unidad política, social y moral del pueblo italiano se realiza en el Estado y solo en el Estado fascista". Y de un año antes, el 26 de mayo de 1927, data el lanzamiento de su consigna totalitaria, en la Cámara de Diputados, en Roma: "Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado".

En 1926, el Duce proclama: "Estamos en un Estado que controla todas las fuerzas que obran en el seno de la nación. Centralizamos las fuerzas políticas, centralizamos las fuerzas morales, centralizamos las fuerzas económicas, estamos por lo tanto en pleno Estado corporativo fascista".

En este mismo 1926, el dictador italiano había explicado en forma expresa el giro que introdujo en las ideologías políticas y jurídicas mediante una ruptura con la herencia democrática y liberal europea. La novedad de sus teorías políticas comenzó al repudiar Mussolini toda la herencia ideológica de la Revolución Francesa, a la que calificaba como lo contrario, sencillamente lo opuesto de su régimen:

"Representamos un principio nuevo en el mundo, representamos la antítesis neta, categórica, definitiva de todo el mundo de la democracia, de la plutocracia, de la masonería, de todo el mundo, para decirlo en una palabra, de los principios inmortales de 1789".

En forma colateral a este desligamiento cultural, introducía el Duce el énfasis de lo Nuevo, la renovación por la renovación, lo que permitía imponer teorías que negaban cualquier parecido con los derechos y las libertades fundamentales, empezando por el régimen de opinión que resultaba tan valioso para García Monge porque era, por así decirlo, su punto de partida.

Después de asomarnos a las ideas con las que se justificaba el tirano de Italia, regresemos a Desamparados. El autor de El Moto, La Mala Sombra y otros sucesos se definía en la carta a Otilio Ulate como un hombre habitualmente modesto y callado, lo que coincide con todas las descripciones de su persona que se conservan de la época. Pero aclaraba que cuando a él le tocaban el punto de honor, a nadie admitía por encima, con lo que daba una dimensión de su autoestima.

Para don Joaquín, a nadie debía quedarle duda de su postura a esa altura de los hechos históricos: "He hecho una cuestión de honor como intelectual, como periodista y editor, combatir al fascismo, y lo seguiré combatiendo noche y día con mi tenacidad acostumbrada. Pueden lloverme mil acusaciones y nada me hará desistir del inquebrantable propósito. Sólo la muerte podría privarme de combatir esa monstruosidad política que se llama fascismo, el azote más terrible que la cultura ha hallado en el mundo".

Claro que semejante rectitud y claridad moral que refulgían en la aldeana Desamparados fue precisamente lo que alertó a los fascistas, en Italia igual que en San José de Costa Rica, y el desenlace estaría por verse después de los holocaustos que culminaron en 1945.

Como dato para terminar, todas las citas textuales de Mussolini que se han hecho arriba proceden del volumen titulado "La doctrina del Fascismo" (Vallechi Editore, Firenze, 1935). No es difícil imaginar que este tomito se encontraba, en 1937, en los anaqueles de alguno de los conjurados que tramaban contra García Monge.

(Este segundo artículo lo tomé del
Informa-tico)

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