Don Joaquín en las memorias de don Beto Cañas
En la autobiografía de don Alberto Cañas, "80 años no es nada", el nombre de don Joaquín aparece varias veces. Pero el párrafo que más se refiere a él es el siguiente:
“Mi madre había sido alumna de García Monge y de Brenes Mesén (siempre los llamó así y no por sus nombres de pila), y decidió consultar con don Joaquín –cuando se acercó la edad en que yo debía ir a la escuela- sobre qué hacer con ese niño que ya sabía prácticamente tolo lo que le iban a enseñar en primer grado. Recuerdo con emoción esa primera visita la Biblioteca Nacional, edificio al que me aficioné, y los consejos del maestro: si el niño tenía la fortuna de poder leer, que leyera. ´Dele libros, póngalo a leer a Kipling, a Andersen, a Julio Verne, mándemelo aquí que estoy rodeado de libros. Y cuando llegue la hora de que vaya a la escuela, no intenten (sabio consejo de don Joaquín) que entre directamente a segundo grado, porque no conviene que un niño comparta la vida con los que tienen más edad que él, sino lo contrario. Conversen de previo con la maestra, para que entienda que los reglamentos obligan a que este muchacho pase un año viendo cómo sus compañeros aprenden lo que ya él sabe. La maestra comprenderá` (…) Después de más de setenta años, declaro que no comprendió.” (Pág. 7)
Muchas páginas más adelante, don Beto cuenta algo que me pone a mí a pensar que tal vez hay que ser un poco más justos con don Fernando Volio, el diputado que lideró el movimiento en contra del Benemeritazgo de don Joaquín. Dice don Beto que éste señor había trazado una línea en la Asamblea Legislativa tendiente a crear la Editorial Costa Rica y la ley de Premios Nacionales, línea que él asegura haber continuado cuando fue diputado en la legislatura que empezó en 1962 (Pág. 350). Y digo que tal vez habría que ser más justos con Fernando Volio, porque precisamente uno de los premios nacionales que instituye esa ley, lleva el nombre de García Monge y corresponde al área de periodismo cultural. Así que si Fernando Volio contempló desde el principio el nombre de don Joaquín para dicho premio, eso quiere decir que tal vez con los años cambió de opinión sobre él. Pero puede ser que también esos nombres hayan venido después. Este aspecto no lo sé y requiere más investigación.
Lo anecdótico del caso es que don Beto Cañas, varias décadas después de aquel encuentro de niño con don Joaquín, ganó en 1963 el premio que lleva su nombre, premio que, según lo expresa en su libro, le “enorgullece” (Pág. 330).
Nota: los números de página referidos corresponden a edición que tengo: la primera del 2006.
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