3.12.08

El comité pro-General Sandino (primera parte)

Para complementar lo dicho en la entrada anterior, hay que recordar que en 1928 don Joaquín integró el comité pro-General Sandino. Un reporte aparecido en el Repertorio ese año nos da una clara idea de las funciones, miembros, actuaciones y donantes de dicho comité:



Como se puede leer, la función de don Joaquín dentro del comité era la de tesorero y no la de presidente, tal como erróneamente se afirma en la biografía que le dedicó don Fernando Herrera, Intruso en Casa Propia. Quien en realidad presidió el comité fue José María Zeledón, más conocido como "Billo Zeledón", el autor de la letra de nuestro himno nacional. Seguramente él tuvo muy presente aquello de “cuando alguno pretenda tu gloria manchar, verás a tu pueblo valiente y viril, la tosca herramienta en arma trocar”, pero claro, aplicado a Nicaragua.

Llama la atención la minuciosidad y la gran voluntad de transparencia en la administración de los fondos obtenidos: Las cuentas son claras tanto por la detallada contabilidad como en cuanto a la identidad de los principales donantes. De esto deberían aprender mucho nuestros partidos políticos, tan dados a los ocultamientos de toda índole. También se observa que entre las gentes que respondieron al llamado hay diversidad: intelectuales, artesanos, gente de alcurnia, provincianos anónimos, etc. Como queda claro de la lectura del punto 3 de las resoluciones, al Repertorio Americano le correspondió la tarea de hacer la publicidad del comité entre sus “distinguidos corresponsales”. Esta seguramente fue una contribución personal de su editor (¡y después algunos apresurados pretenden que don Joaquín era incapaz de tomar partido!).

La participación de don Joaquín en el financiamiento de una lucha armada a mí personalmente me reafirma en una convicción: A veces amar obliga a combatir. Es trágico, lo sé, pero es así. Por supuesto que todos los caminos deben ser ensayados antes para no llegar hasta ese extremo tan serio. Pero en el caso de Nicaragua, la intervención de una potencia imperialista no parecía dejar otra opción ni a quienes verdaderamente amaban a su patria ni a quienes defendían una Centroamérica libre. Hubo muchos hechos de sangre y mucho sufrimiento, pero al final Sandino, al firmar la paz que le fue fatal, cumplió parte de su objetivo porque mostró antes cual era el obligado camino de la dignidad. Quizá la historia de ese país hubiera sido muy distinta si no se le hubiera asesinado (y con él a más de trescientos excombatientes que habían entregado sus armas y se habían agrupado en la cooperativa de Wiwilí) y si se hubiera respetado la democracia, sin condicionamientos extranjeros.

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